viernes, 11 de enero de 2013

MI AMIGO DEL BOSQUE

Los niños jugaban, como cada tarde, en el claro del bosque cercano al poblado.
Para ellos era un lugar especial donde poder imaginar mil y una historias de caballeros, magos y malhechores de oscuras intenciones. Era casi un lugar mágico donde los chavales pasaban horas y horas luchando contra peligrosos dragones para liberar a un poblado temeroso, abordar barcos imaginarios siendo piratas de alta mar o enfrentándose a duelo por el amor de una doncella. Siempre había una historia, siempre había un juego.

Los padres de los muchachos estaban tranquilos ya que aquel lugar no representaba ningún peligro para el bienestar de sus hijos. Qué podía pasar en un lugar tan tranquilo y apacible como aquel? Lo máximo que podía llegar a suceder, creían los padres, es que uno de los muchachos llegara a casa con un rasguño fruto de las travesuras de aquellos niños. Para los padres, aquel claro del bosque no representaba ningún peligro.

Pero todo cambió.

Aquella tarde, los muchachos estaban decididos a encontrar un tesoro imaginario escondido en algún recodo del bosque, cuando sintieron aquel extraño sonido.
Asustados, comenzaron a dirigirse a toda velocidad hacia el claro del bosque creyendo que era el lugar mas seguro.

El miedo les hacia correr como nunca antes habían corrido. Gotas de sudor fría resbalaban por sus pálidos rostros, los ojos desorbitados miraban hacia atrás esperando ver aquello de lo que escapaban y sus corazones latían al ritmo del desconocido peligro.

Llegaron al claro y, respirando trabajosamente, miraban aquí y allá esperando ver al responsable de aquel miedo estresante. Pero nada parecía haber cambiado en el bosque, todo estaba tranquilo y calmado. Solo una ligera brisa agitaba las débiles ramas de los árboles, acrecentando la sensación de desconcierto al llegar a pensar que todo había sido imaginaciones suyas, que aquél sonido era fruto del viento y no de algo o alguien desconocido que ellos creían que les perseguía.


-Que demonios ha sido ese ruido? - preguntó uno de los niños al grupo.

Nadie podía responder aquella pregunta porque nadie sabía la respuesta. Un silencio sepulcral acompañaba a los pálidos rostros de los muchachos.

Fue entonces cuando el grito desgarrador de una de las muchachas, rompió el silencio de la tensa situación. Todas las miradas se dirigieron hacia la niña y pudieron observar el origen de aquel chillido.
La ropa de la muchacha estaba impregnada en sangre, como si la hubieran salpicado en un sangriento baño. Sus manos, también teñidas de rojo escarlata, intentaban limpiar las manchas de la ropa, pero solo hacían que ensuciar mas y mas el blanco vestido de la niña.

Los otros muchachos intentaron calmar a la muchacha que, en estado de shock, buscaba las posibles heridas que provocaban aquel espectáculo sangriento. Pero la sorpresa fue que aquella muchacha no tenia ni un solo rasguño, aquella sangre no era suya.
Los mas grandes del grupo intentaban tranquilizar a la niña, sin llegar a entender como había llegado aquella sangre al vestido de su amiga.

Mientras la muchacha temblaba sin comprender de donde provenía aquel sangriento estampado, Billy, el mas pequeño de las criaturas dijo:

-Falta Durren?

Aquellas palabras dieron paso a un silencio sepulcral y las miradas buscaron nerviosamente a quien el pequeño había nombrado. La respuesta era para todos la misma: Durren había desaparecido.

Sin mediar palabra, los niños comenzaron a pensar que la sangre que impregnaba la ropa de la niña podría ser de Durren. Pero quien había hecho semejante atrocidad?
Todos se miraban asustados sin saber qué decir o qué hacer. Solo el mas grande del grupo, decidió tomar el mando de la situación y dijo al resto del grupo:

-Tenemos que avisar a nuestros padres. Ellos sabrán qué hacer.

Pocas eran las alternativas y el miedo colaboraba en no buscar otras soluciones a aquella inquietante situación.
Así pues, el temeroso grupo inició el camino de vuelta al poblado, pero algo frenó el retorno a casa. Era el grito de socorro del desaparecido, pidiendo ayuda en el interior del frondoso bosque.

-Es Durren, tenemos que ayudarlo! -dijo uno de los muchachos.

-Pero tu estas loco! No sabemos que hay en el bosque. Y mira, mira el vestido de Clara! Tu crees que podemos ayudar a Durren! Allí dentro hay algo y no sabemos qué es.

La discusión fue creciendo sin encontrar un punto de acuerdo. Solo las palabras del pequeño Billy, parecieron poner algo de luz en aquel dilema:

-Durren nos ayudaría si tuviéramos un problema.

Las palabras del menor del grupo eran ciertas. Durren era un buen amigo y ayudaba a cualquiera cuando lo necesitaba. Aquella afirmación parecía haber puesto de acuerdo a todo el grupo. Durren les hubiera ayudado a otro de los niños en caso de estar en apuros.

Los muchachos se dieron de la mano y, con pasos temerosos, volvieron a introducirse en el bosque.
Ahora avanzaban lentamente, mirando aquí y allá nerviosamente, casi sin hacer ruido. Podría decirse que lo único que se podía escuchar en aquel bosque era el latido acelerado de aquellos niños invadidos por un miedo descomunal.

Caminaron unos metros sin encontrar señal de Durren.
Pero algo llamó la atención de uno de los niños. En una de las hojas de un matorral cercano, había unas pequeñas gotas de un viscoso líquido rojizo. El muchacho, dejándose llevar de la mano que lo unía al grupo, se acercó al matorral para tocar con las puntas de sus dedos lo que parecía ser la sangre del amigo desaparecido. Las yemas tocaron la sangre, estampando de nuevo la piel de uno de aquellos inocentes niños.

Y nuevamente, el mas pequeño del grupo, Billy avisó de la marcha del miembro del grupo.

-Jean se va.

El resto de muchachos, al escuchar las palabras de Billy y percatarse que uno de ellos se había separado de la unión de manos, desplazándose metros mas allá, gritaron a su amigo:

-Jean, vuelve con el grupo! No te separes de nosotros! No sabemos...

El mismo sonido que los había hecho huir despavoridos momentos antes, volvía a sus oídos. Unidos por el temor, y por un impulso desconocido, todas las miradas se dirigieron a un mismo lugar: Jean.

Lo que ocurrió a continuación es de difícil descripción. Puede que por la velocidad que acontecieron los hechos, puede por el desconocimiento de lo que ocurrió en realidad, puede por el sangriento espectáculo que observaron las criaturas.

Todo sucedió en un abrir y cerra de ojos.
Una sombra, o mas bien una oscura niebla, apareció de la nada situándose tras el solitario niño. A modo de abstractos brazos, la sombra envolvió al muchacho estrujándolo en un abrazo mortal. La piel del niño se rasgaba como si fuera de papel, la carne salia disparada salpicando todo aquello que lo rodeaba, los huesos acababan siendo pequeñas astillas que volaban en todas direcciones. En décimas de segundo, el joven cuerpo de Jean, desapareció el bosque en miles de minúsculos pedazos. Era como si la oscura niebla hubiera estrujado una uva, escampando por doquier vísceras y sangre.

Aquello fregaba la pura locura y el grupo de niños perdieron por completo la poca cordura que les podía quedar. En un concierto de gritos desgarradores, los muchachos salieron corriendo sin rumbo fijo. No sabían donde ir, hacían donde correr... hacia donde escapar.

Pero poco tuvieron que pensar, ya que al niebla de había desmembrado el pequeño cuerpo de Jean, se desplazaba a una velocidad vertiginosa en pos de cada uno de los muchachos.
Michael, el mas grande del grupo, observó despavorido como la sombra se introducía por su boca para mas tarde provocar un estallido en su estómago, dejando salir a la luz sus entrañas.
Beth tuvo, si se puede decir de algún modo, mejor suerte ya que la oscura niebla cortó de cuajo su cuello. El cuerpo sin cabeza corrió unos metros mas, como queriendo escapar de las garras de la muerte. Segundos después, cayó al suelo desplomado.
El cuerpo de Ian tuvo, en cierto modo, la muerte mas dolorosa, ya que la sombra parecía picotear el cuerpo del muchacho como si fuera un grupo de cuervos hambrientos. La piel y carne del niño saltaba a pequeños pedazos, como pellizcos dolorosos que, poco a poco, dejaban ver los huesos del cuerpo de Ian. En pocos segundos, aquél inocente niño quedó en un tétrico amasijo de huesos.

Pero aún quedaba uno de los niños: Billy, el mas pequeño del grupo.

Durante toda aquella sangrienta situación, el mas menudo de los muchachos, se quedó inmóvil en el mismo lugar. No había salido corriendo, no había gritado, no había hecho nada. Parecía como si se hubiera quedado petrificado mientras la sombra quitaba la vida a sus compañeros.

En un instante, la oscura niebla se situó delante del pequeño Billy. Pero esta, no realizó ningún movimiento agresivo, no intentó golpear, desgarrar o trocear el cuerpo del muchacho. Simplemente se situó delante de la criatura.

Billy, que durante toda la sangrienta matanza había clavado los ojos en el suelo, alzó la mirada para dirigirla a la oscura niebla asesina.
Fue entonces cuando se dibujó una escalofriante sonrisa en el rostro del niño y sus ojos brillaron con maléfica alegría. Con dulce voz, el pequeño dijo con simpáticas palabras:

-Gracias por ayudarme. Así aprenderán a no decirme todo el rato que soy pequeño y que no se hacer nada.

Dicho esto, Billy inició el camino a casa entre sangre, vísceras, extremidades seccionadas, cabezas cercenadas, cuerpos mutilados...

La sombra, una vez el niño le dio la espalda y comenzó a caminar retorno a casa, se desvaneció al instante, despareciendo tan rápido como había aparecido, siendo testigo mudo de lo que había ocurrido en aquel bosque, durante aquella tarde de juego.

Desde aquel día, en aquel claro del bosque, los niños ya no juegan.

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