El grupo se dirigió directamente al
lugar donde las fuerzas de la horda centraban toda su atención: la
ciudad de Brindol.
Tras reunirse con el consejo de la
ciudad, compuesto por diferentes estamentos importantes de la ciudad,
decidieron hacer frente al avance de la Mano Roja, esperando la
llegada de refuerzas de tierras vecinas.
Poco pudieron descansar los aventureros
ya que, tras unos días de preparativos para el asedio, la primera
oleada enemiga se hacia presente. Y no se trataba de una avanzadilla
de trasgos o criaturas similares... Unas enormes rocas lanzadas por
unos gigantes, comenzaban a fracturas los muros de Brindol, poniendo
en peligro las estructura defensiva de la urbe.
El consejo pidió nuevamente la ayuda
de Nebin, Kurgan, Mirtha, Artemisa y Wong.
Tras acercarse sigilosamente a los
enormes humanoides, decidieron como llevar a cabo el plan que los
enfrentaria a tan colosas combate. Poniendo a su favor el terreno,
consiguieron acabar con los gigantes no sin perder conjuros y mermar
gravemente su salud.
Por este motivo, la llegada a Brindol
fue más inquietante. Tan solo acercarse a sus muros, pudieron ver
una enorme explosión en una muralla lateral. A continuación, el
fuego mortal que acababa con la vida de los soldados que protegían a
la ciudad.
El responsable de tal destrozo era un
joven dragón rojo, Abithriax, que comenzaba a transformar en
escombros parte de Brindol.
Mirtha utilizó, sin pensarlo dos
veces, una poción de invisibilidad, consiguiendo acercarse hasta la
enorme criatura sin ser vista. Aprovechó esta ventaja para asestarle
un doloroso tajo al dragón, exactamente en una de sus alas,
impidiendo que pudiera volar.
Era momento de atacar en grupo, cada
uno con sus habilidades, evitando cualquier ataque de la peligrosa
bestia. Entre mordiscos, garras, coletazo y, sobretodo, su arma de aliento, Abithriax era una máquina de matar en toda regla.
Poco a poco, parecía que el grupo
decantaba la balanza de la victoria hacia su bando pero... En un
ataque que pocos esperaban, toda la rabia del dragón cayó bajo uno
de los aventureros: Wong.
Llevados por la furia al ver un
compañero caído, el resto de grupo, acabó con la vida del dragón
rojo. Pero era demasiado tarde...el pequeño monje había muerto.
Desolados, transportaron el cuerpo sin
vida de Wong y le dieron sepultura con los más altos honores. El
moje había sido un compañero excepcional, un guerrero sin temor a
la muerte y el mejor discípulo que un maestro de las Altas Montañas
pudiera desear.
Pero la guerra no se detenía por la
perdida de uno de sus protagonistas...
El enorme boquete que había conseguido
abrir Abithriax, era una entrada excelente para las tropas
trasgoides. Era momento de construir barricadas para evitar la
entrada del enemigo.
El resto de grupo, esta vez acompañados
por Killiar Flechaveloz, se dispuso a hacer frente a la horda por una
de las calles de la ciudad.
Un grupo de retoños espigados y
doblegamentes, fueron los primeros en intentar avanzar por la
posición del grupo. Y aún siendo un grupo no muy numerosos,
pusieron a los defensores de Brindol en serios aprietos.
Pero en el tiempo que ellos estaban
centrados en detener a aquellos primeros grupos de enemigos, otras
fuerzas enemigas habían conseguido penetrar en la ciudad. Aquellos
que habían podido, se refugiaban en los sótanos de sus casas, en
escondites secretos preparados para tales situaciones, etc.
Pero los máximos mandatarios de
Brindol se encontraban en uno de los templos de la ciudad. Y por lo
que los soldados decían, el mismísimo Kharn, señor de las sierpes
y comandante de la horda, se dirigían hacia allí.
El grupo no lo pensó dos veces y se
presentó a las puertas del templo para acabar con el responsable de
aquel titánico ataque.
Kharn iba acompañado por
dos gigantes de las colinas y cuatro ogros, a parte del poder que él
mismo poseía.
Esta vez, los aventureros
fueron algo más precavidos y lucharon sin dejarse llevar por la
rabia de la pérdida de Wong. Conjuros bien escogidos, ataques
coordinados, trabajo en equipo..., todos estos ingredientes
consiguieron que el peligro de la fuerza enemiga se fuera diluyendo
poco a poco.
Primero un gigante,
después los ogros, más tarde el segundo gigante...hasta que Kharn
se encontró solo frente al peligro.
Era un enemigo digno de
tener en cuenta, y recordar en las crónicas de la ciudad, ya que no
fue fácil acabar con un señor de la guerra como él.
Pero el destino estaba
escrito y solo aparecía un vencedor.
Kharn cayó sin vida y, al
correr la voz de sus muerte, las fuerzas de la horda se dispersaron,
huyendo des-coordinadas de la ciudad de Brindol.
Era el momento de las
fuerzas de la ciudad que deberían perseguir y acabar con los pequeños
reductos trasgoides que quedarn en la zona.
Los aventureros debían
descansar de unas semanas de tensión extrema. Habían vivido mucho y
perdido más... Necesitaban recuperar el aliento, reflexionar sobre
lo sucedido y pensar en qué sucedería a continuación.
Y todos tenían una sola
palabras en la mente: TIAMAT.
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