miércoles, 19 de noviembre de 2014

LA HORDA DE LA MANO ROJA (sesión XI y XII)

El grupo se dirigió directamente al lugar donde las fuerzas de la horda centraban toda su atención: la ciudad de Brindol.
Tras reunirse con el consejo de la ciudad, compuesto por diferentes estamentos importantes de la ciudad, decidieron hacer frente al avance de la Mano Roja, esperando la llegada de refuerzas de tierras vecinas.
Poco pudieron descansar los aventureros ya que, tras unos días de preparativos para el asedio, la primera oleada enemiga se hacia presente. Y no se trataba de una avanzadilla de trasgos o criaturas similares... Unas enormes rocas lanzadas por unos gigantes, comenzaban a fracturas los muros de Brindol, poniendo en peligro las estructura defensiva de la urbe.
El consejo pidió nuevamente la ayuda de Nebin, Kurgan, Mirtha, Artemisa y Wong.


Tras acercarse sigilosamente a los enormes humanoides, decidieron como llevar a cabo el plan que los enfrentaria a tan colosas combate. Poniendo a su favor el terreno, consiguieron acabar con los gigantes no sin perder conjuros y mermar gravemente su salud.

Por este motivo, la llegada a Brindol fue más inquietante. Tan solo acercarse a sus muros, pudieron ver una enorme explosión en una muralla lateral. A continuación, el fuego mortal que acababa con la vida de los soldados que protegían a la ciudad.
El responsable de tal destrozo era un joven dragón rojo, Abithriax, que comenzaba a transformar en escombros parte de Brindol.

Mirtha utilizó, sin pensarlo dos veces, una poción de invisibilidad, consiguiendo acercarse hasta la enorme criatura sin ser vista. Aprovechó esta ventaja para asestarle un doloroso tajo al dragón, exactamente en una de sus alas, impidiendo que pudiera volar.
Era momento de atacar en grupo, cada uno con sus habilidades, evitando cualquier ataque de la peligrosa bestia. Entre mordiscos, garras, coletazo y, sobretodo, su arma de aliento, Abithriax era una máquina de matar en toda regla.
Poco a poco, parecía que el grupo decantaba la balanza de la victoria hacia su bando pero... En un ataque que pocos esperaban, toda la rabia del dragón cayó bajo uno de los aventureros: Wong.
Llevados por la furia al ver un compañero caído, el resto de grupo, acabó con la vida del dragón rojo. Pero era demasiado tarde...el pequeño monje había muerto.


Desolados, transportaron el cuerpo sin vida de Wong y le dieron sepultura con los más altos honores. El moje había sido un compañero excepcional, un guerrero sin temor a la muerte y el mejor discípulo que un maestro de las Altas Montañas pudiera desear.

Pero la guerra no se detenía por la perdida de uno de sus protagonistas...

El enorme boquete que había conseguido abrir Abithriax, era una entrada excelente para las tropas trasgoides. Era momento de construir barricadas para evitar la entrada del enemigo.
El resto de grupo, esta vez acompañados por Killiar Flechaveloz, se dispuso a hacer frente a la horda por una de las calles de la ciudad.

Un grupo de retoños espigados y doblegamentes, fueron los primeros en intentar avanzar por la posición del grupo. Y aún siendo un grupo no muy numerosos, pusieron a los defensores de Brindol en serios aprietos.

Pero en el tiempo que ellos estaban centrados en detener a aquellos primeros grupos de enemigos, otras fuerzas enemigas habían conseguido penetrar en la ciudad. Aquellos que habían podido, se refugiaban en los sótanos de sus casas, en escondites secretos preparados para tales situaciones, etc.
Pero los máximos mandatarios de Brindol se encontraban en uno de los templos de la ciudad. Y por lo que los soldados decían, el mismísimo Kharn, señor de las sierpes y comandante de la horda, se dirigían hacia allí.

El grupo no lo pensó dos veces y se presentó a las puertas del templo para acabar con el responsable de aquel titánico ataque.

Kharn iba acompañado por dos gigantes de las colinas y cuatro ogros, a parte del poder que él mismo poseía.
Esta vez, los aventureros fueron algo más precavidos y lucharon sin dejarse llevar por la rabia de la pérdida de Wong. Conjuros bien escogidos, ataques coordinados, trabajo en equipo..., todos estos ingredientes consiguieron que el peligro de la fuerza enemiga se fuera diluyendo poco a poco.
Primero un gigante, después los ogros, más tarde el segundo gigante...hasta que Kharn se encontró solo frente al peligro.
Era un enemigo digno de tener en cuenta, y recordar en las crónicas de la ciudad, ya que no fue fácil acabar con un señor de la guerra como él.
Pero el destino estaba escrito y solo aparecía un vencedor.

Kharn cayó sin vida y, al correr la voz de sus muerte, las fuerzas de la horda se dispersaron, huyendo des-coordinadas de la ciudad de Brindol.
Era el momento de las fuerzas de la ciudad que deberían perseguir y acabar con los pequeños reductos trasgoides que quedarn en la zona.

Los aventureros debían descansar de unas semanas de tensión extrema. Habían vivido mucho y perdido más... Necesitaban recuperar el aliento, reflexionar sobre lo sucedido y pensar en qué sucedería a continuación.
Y todos tenían una sola palabras en la mente: TIAMAT.


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