Llegaron a Irubak por separado, pero la
impresión al llegar a la enorme urbe fue la mismo. Irubak era una
ciudad grandiosa, de altas murallas de piedra blanca, calles
atestadas de gente de innumerables razas y el ajetreo que solo
muestran los grandes ciudades llenas de vida.
El primero en llegar fue Gork,
dirigiéndose primeramente al templo de Pelor. Allí, pudo poner en
paz sus remordimientos, aclarar sus dudas y reforzar su maltrecha fe.
Por otro lado, el semi-orco Mord,
continuó con su “especial” don de gentes, buscando problemas en
una de las tabernas de Irubak.
Siete llegó a la ciudad y descansó
unas horas en otro de los locales donde servían bebidas.
Kibana y Arquen, fueron las últimas en
llegar, pero no tardaron en dirigirse al templo de su compañero
enano y encontrarse allí con él.
Todos y cada uno de ellos, observaron
que la ciudad respiraba un aire desconcertante, inquieto...
Preguntando a los gentes de la ciudad, descubrieron que al día
siguiente se celebraría un acto de justicia: cotarían la cabeza a
un conocedor y practicante de las artes de brujería. Su nombre:
Gustav!
En la plaza donde se encontrara el
entarimado donde acabarían con la vida de Gustav, Siete buscaba la
manera de poder salvar al anciano que les podía ayudar. Allí
encontró a Mord y al resto de la compañía. Fue el momento de, con
buena bebida en la mano, rehacer el sentimiento de grupo y planear
como rescatar al librero de artes desconocidas.
Llegaron a la conclusión que solos, no
podrían realizar el rescate. Era momento de conseguir simpatizantes
de Gustav para hacer frente a la difícil empresa.
Era evidente que Gustav ayudaba a los
más débiles. Conocía remedios antiguos, ungüentos de extraños
ingredientes, creación de amuletos que ayudaban a aquellos que los
necesitaban... No fue difícil conseguir un grupo de gente d ellos
barrios bajos, que los ayudarían a crear una distracción durante la
comitiva que llevaría al prisionero desde los calabozos hasta la
tarima de la ejecución.
Y así fue: al día siguiente, en el
momento justo y en el lugar acordado, el grupo de Irubak provocó un
altercado, frenando el paseo del carro donde llevaban a Gustav
amarrado. Era el momento de actuar!
Cada uno realizó su tarea a la
perfección y, liberado ya el anciano, se adentraron a las
alcantarillas de la ciudad para poder escapar. Por las calles de
Irubak, la huida sería demasiado difícil.
Tras frenar el avance de la primera ola
de soldados mediante un muro de pinchos, era momento de presentarse a
Gustav y explicarle el caso de Duna.
El anciano escuchaba atento lo que le
explicaban y la única solución que obtuvo el grupo fue dirigirse,
por las alcantarillas, a la casa del librero para consultar los
libros y encontrar un remedio al misterioso caso.
Era momento de “otra” parte de
Irubak... esta no tan agradable.
Off-rol: el final de curso tiene estas cosas... poco a poco, nos pondremos al día en nuestras crónicas.
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