sábado, 23 de junio de 2012

PELIGROSA INOCENCIA (sesión VIII)


Llegaron a Irubak por separado, pero la impresión al llegar a la enorme urbe fue la mismo. Irubak era una ciudad grandiosa, de altas murallas de piedra blanca, calles atestadas de gente de innumerables razas y el ajetreo que solo muestran los grandes ciudades llenas de vida.


El primero en llegar fue Gork, dirigiéndose primeramente al templo de Pelor. Allí, pudo poner en paz sus remordimientos, aclarar sus dudas y reforzar su maltrecha fe.
Por otro lado, el semi-orco Mord, continuó con su “especial” don de gentes, buscando problemas en una de las tabernas de Irubak.
Siete llegó a la ciudad y descansó unas horas en otro de los locales donde servían bebidas.
Kibana y Arquen, fueron las últimas en llegar, pero no tardaron en dirigirse al templo de su compañero enano y encontrarse allí con él.
Todos y cada uno de ellos, observaron que la ciudad respiraba un aire desconcertante, inquieto... Preguntando a los gentes de la ciudad, descubrieron que al día siguiente se celebraría un acto de justicia: cotarían la cabeza a un conocedor y practicante de las artes de brujería. Su nombre: Gustav!
En la plaza donde se encontrara el entarimado donde acabarían con la vida de Gustav, Siete buscaba la manera de poder salvar al anciano que les podía ayudar. Allí encontró a Mord y al resto de la compañía. Fue el momento de, con buena bebida en la mano, rehacer el sentimiento de grupo y planear como rescatar al librero de artes desconocidas.
Llegaron a la conclusión que solos, no podrían realizar el rescate. Era momento de conseguir simpatizantes de Gustav para hacer frente a la difícil empresa.
Era evidente que Gustav ayudaba a los más débiles. Conocía remedios antiguos, ungüentos de extraños ingredientes, creación de amuletos que ayudaban a aquellos que los necesitaban... No fue difícil conseguir un grupo de gente d ellos barrios bajos, que los ayudarían a crear una distracción durante la comitiva que llevaría al prisionero desde los calabozos hasta la tarima de la ejecución.
Y así fue: al día siguiente, en el momento justo y en el lugar acordado, el grupo de Irubak provocó un altercado, frenando el paseo del carro donde llevaban a Gustav amarrado. Era el momento de actuar!


Cada uno realizó su tarea a la perfección y, liberado ya el anciano, se adentraron a las alcantarillas de la ciudad para poder escapar. Por las calles de Irubak, la huida sería demasiado difícil.
Tras frenar el avance de la primera ola de soldados mediante un muro de pinchos, era momento de presentarse a Gustav y explicarle el caso de Duna.
El anciano escuchaba atento lo que le explicaban y la única solución que obtuvo el grupo fue dirigirse, por las alcantarillas, a la casa del librero para consultar los libros y encontrar un remedio al misterioso caso.
Era momento de “otra” parte de Irubak... esta no tan agradable.

Off-rol: el final de curso tiene estas cosas... poco a poco, nos pondremos al día en nuestras crónicas.

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