Llegaron a la ciudadela con un amargo
cansancio sobre sus espaldas. Si bien era un lugar donde recuperar
fuerzas y ánimos, no dejaba de ser una guarida de asesinos, ladrones
y gentes sin pasado. La Ciudadela de Frysev era el vicio hecho
ciudad, y un lugar donde tener los ojos bien abiertos y la espada a
punto, era obligación si querias sobrevivir.
Al llegar, contrataron los servicios de
guía de uno de los muchachos que adornaban las calles de la ciudad.
Tras enseñarles los servicios más importantes de la urbe, el chico
se despidió cobrando su tarifa, junto con alguna moneda más de las
bolsas de los miembros del grupo.
En una de las callejuelas, el grupo
observó como un grupo de 4 hombres daban una dolorosa paliza a un
hombre medio borracho, incapaz de defenderse.
Akela se sorprendió al reconocer, en
los ropajes de aquel borracho, la insignia de una orden de paladines.
Qué hacía un paladín en Frysev y en aquel estado tan deplorable?
Siguiendo indicaciones de la mujer,
decidieron ayudar al misterioso paladín y sacarlo de aquel
atolladero. Lo sorprendente no fue la premura con la que acabaron con
el enemigo, si no encontrarse con la agresividad y la conducta,
reacia a toda ayuda, por parte del paladín.
Tras llevarlo con ellos a la posada de
“El ojo de cristal”, darle un buen baño, e intentar recuperarlo
de su estado etílico, fueron incapaces de sacar nada en claro de lo
que le había sucedido a aquel hombre para abandonar por completo su
ideales como hombre de fe.
Aquel hombre, al que conocieron como
Niobe Vadín, parecía resquebrajado por un pasado tormentoso que se
negaba a compartir. No quería ayuda, no quería compañía...solo la
soledad y su dolor.
Grant, conociendo que el dolor en
solitario no soluciona nada, acompañó silenciosamente a Niobe,
deambulando por la ciudadela. Akela y Ginebra se dirigieron al
templo, una para realizar sus oraciones y la otra para recabar
información sobre Frysev. Y Pestus...algo más alocado, deseaba
satisfacer sus deseos sexuales, curioseando en uno de los burdeles
del Serrallar.
Y fue quién tubo más éxito de los
integrantes del grupo, ya que en una noche loca junto a un par de
elfas, el halfing dejó más que exhaustas a sus acompañantes, dando
rienda suelta a sus habilidades y conocimientos sobre el sexo (un 20
en satisfacción “sersuarl” de las 2 elfas con las que se montó
un trio!).
-Aaayyy...que agustito me quedao con el pequeñajo!!!
Al día siguiente, tras recuperarse de
la noche por separado, el grupo conoció a Rüstem, un noble
adinerado, que había llegado a la Ciudadela de Frysev para gastarse
parte de su fortuna en mujeres, bebida y juego. Pero necesitaba a
alguien que le protegiera durante sus 5 días de desenfreno. Así
pues, después de hablar con la comitiva de la búsqueda del
unicornio, decidieron trabajar para el noble durante aquellos
próximos días.
El primero de los locales a los que
acudieron, fue a la casa de apuestas de Gemell: La casa del azar.
Los dados, las cartas y demás juegos
de apuestas, saciaban los deseos ludópatas de los allí presentes. Y
los problemas no tardaron en llegar...
Rüstem ganaba demasiado dinero para el
gusto de Gemell, hasta llegar a pensar que estaban haciendo trampas
en el juego, en su propia casa. Aquello provocó una pelea entre los
guarda-espaldas de Rüstem y los secuaces del mafioso dueño del
local.
Parecía que todo estaba controlado,
pero Akela cayó en manos del oponente y desapareció por una de las
puertas. Cuando todo parecía controlado, Gemell jugó su carta
final: informó a Ginebra, Grant, Pestus y Niobe, que Akela había
sido envenenada y que debían pagar por su vida realizando 3
encargos. Si se negaban a hacerlo...el antídoto del veneno de Akela,
sería parte de pasado y ellos solo tendrían la pesada
responsabilidad de la muerte de una compañera y amiga.
Aceptaron bajo aquella presión a
realizar los tres “trabajos” para el mafioso.
El primero de ellos era bien simple:
entregar un paquete a uno de los trabajadores de las cuadras.
Parecía fácil, pero pronto
descubrieron que aquel paquete debía contener algo importante, por
las precauciones que Gemell ponía en la importancia de que llegara a
su destino final.
A la entrega, el hombre que hizo
efectiva la entrega, les entregó una bolsa de 1.000 monedas de oro,
a modo de pago, para Gemell. Era el momento de extremar los sentidos,
ya que muchas miradas curiosas seguían cada paso del grupo.
Sin problemas, llegaron al local de
juego y entregaron el pago a el mafioso.
Su siguiente misión no sería tan
sencilla...todo lo contrario: debían entrar a la cárcel de Frysev y
liberar a un amigo de Gemell!
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