Después de lo vivido en los pisos superiores de la guarida de los asesinos seguidores de Serpentis, este último encuentro se les antojaba al grupo de aventureros algo atractivo. Deseaban encontrar el plano donde les informaría de la localización del templo de la secta que estaba atacando progresivamente la ciudad de Arakha y, a su vez, intentaba dominar toda la extensión de la Marca.
La máxima dificultad del lugar donde
debían enfrentarse a Gridmer, líder de los asesinos, era el hecho
que el grupo se encontraba en una estrecho pasillo en forma de “L”,
impidiendo una buena distribución de los aventureros.
Pero no tuvieron demasiado tiempo para
establecer un plan de ataque... Un pequeño resbalón de uno de
ellos, dio la voz de alarma a la guardia personal de Gridmer: dos
enanos guerreros con cara de pocos amigos.
Mientras Niobe, Pestus y Akela, se
encargaban de los dos enanos (no sin dificultades), el resto del
grupo se dirigía a los aposentos del líder asesino. Ginebra y
Grant, aún tenían la “suerte” de estar acompañados por
Antoñito y Fredegar
La balanza de la posible victoria en el
combate cambió constantemente de bando: cuando parecía que el grupo
acabaría con los enemigos, estos recuperaban fuerzas y realizaban
ataques que dejaban en igualdad a los contrincantes. Pero finalmente,
Gridmer y el último de sus enanos, parecían estar rodeados y con
pocas fuerzas para vencer el encuentro.
Fue en ese momento que los asesinos, en
un desesperado intento de huida, lanzaron una bomba de humo,
provocando una atmósfera de poca visión que propiciaba al escape.
Pero el grupo ya estaba curtido y experimentado en aquel tipo de
situaciones, evitó que el asesino escapara...con una muerte segura.
No lo parece...pero ahí está el líder asesino y su enano guerrero.
Tras investigar la guarida de los
Serpentis, y hacerse con todo aquello de valor que les pudiera ser
útil, el grupo se dispuso a poner al corriente ante el rey Neref.
La recompensa fue considerable, así
como los honores y los agradecimientos... pero también las nuevas
demandas del monarca. Neref estaba convencido que el inminente ataque
de los Serpentis a la ciudad de Arakha, y a toda la Marca, estaba al
caer. Necesitaba a alguien capaz de acabar con aquella
invasión...desde dentro.
Así pues, Pestus, Grant, Ginebra,
Niobe y Akela (acompañados por Antoñito), se presentaron
“voluntarios” para llegar hasta el templo escondido de Serpentis
y acabar con aquella oscura invasión.
Tras unos días de camino por tierras
áridas y desérticas, los aventureros avistaron el templo: un
promontorio con un grupo de altas columnas que mostraban la entrada
al templo. Nada parecía mostrar los indicios de una futura invasión,
al contrario: era un templo semi-derruido y totalmente abandonado.
Pero no debían fiarse...
Antes de internarse en las proximidades
del templo, Ginebra tenía algo pendiente que hacer: liberar a
Antoñito. Tras acordar que el futuro del antiguo asesino sería el
de la “buena vida”, marchó dirección la urbe para rehacer su
futuro.
El templo de Serpentis...má o meno!
No existían signos de criatura
viviente en los alrededores del templo, solo unas inquietantes marcas
de zarpazos en la base de las columnas que daban la bienvenido al
lugar sagrado. Y pronto averiguarían el origen de aquellas marcas...
de la base arenosa de la columnas,
aparecieron 8 zombies mostrando unas garras afiladas y deseosas de
teñirse de sangre. Un nuevo encuentro que solo les daba la
bienvenida de lo que sería una inquietante experiencia en sus vidas.
No siendo una gran amenaza para el
grupo, tuvieron sus dificultades para conseguir la victoria, ya
siendo por el número de enemigos como por el acierto de los
no-muetos en sus afilados ataques.
Poco a poco, las criaturas dejaban de
ser un problema bajo los ataques a distancia de Ginebra y Pestus, y
los de melé de Grant, Akela y Niobe. Cad uno sabía qué hacer y
como... Pasaría lo mismo en el interior del templo?
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