domingo, 20 de octubre de 2013

MARCA DEL ESTE (sesión XVIII)

El momento de acabar con la amenaza de la Marca y con el responsable de toda aquella organización que deseaba someter a los habitantes de Robleda, Marvalar y Arakha, bajo la tiranía de los Serpentis, estaba a punto de llegar.
Pero estaban en un lugar donde el peligro se escondía tras cada esquina, en cada sombra...incluso en el ambiente se notaba la tensión del momento.

Tras bajar unas estrechas escaleras, el grupo se encontraba en una sala con decoración precisa al culto de la serpiente. En las paredes, aparecía el símbolo que meses atrás (y de forma sucesiva) iban encontrando en sus investigaciones. Una remachada puerta de metal, frenaba su avance hacia el interior del templo.
La puerta presentaba la cara de una serpiente y, un orificio de la medida de una mano, se situaba en lo que era la mano del reptil. Se dejaba entrever que, para entrar a la siguiente sala, se tenía de meter la mano por el agujero a modo de cerradura... Pero aquello podía ser muy, muy peligroso. A saber que sucedería al meter la mano en aquel oscuro agujero!


Pensaron que podían utilizar uno de los brazos de los zombies vencidos en el exterior para averiguar lo que podía suceder en el peor de los casos. Y fue una muy buena idea... Al meter una de las extremidades del cadáver andante, escucharon un sonido parecido al de una espada cortando el aire, descubriendo que la extremidad salía con un corte perfecto que había seccionado la mano de esta.
Tenía que haber otra manera de entrar...

Pestus observó que en el suelo de la sala, aparecía la imagen de una enorme serpiente grabada. En sus ojos, dos preciosas piedras de jade, que atraían la curiosidad de cualquiera que apreciara una buena joya.
A su vez, también observaron que la serpiente de la puerta, mostraba unos orificios a mono de ojos...de la misma medida que las piedras de jade. Podría ser una forma de abrir la puerta...

Efectivamente! Después de sacar los ojos a la serpiente de piedra, los situaron en la de la puerta y esta, se abrió.

Ante ellos un pasillo que se bifurcaba en tres: uno central y dos que se escurrían a derecha e izquierda.
El grupo se separó unos metros para investigar donde llevaban aquellos pasillos, descubriendo en uno de ellos, la existencia de más zombies.
El máximo peligro de aquel encuentro no fue el enemigo en sí, que conocían de su agresiva conducta, si no de los problemas de luz que tenían al tener que combatir bajo la luz de las antorchas y su poca durabilidad.

Con buenas estrategias, los aventureros vencieron y continuaron su exploración. Pero lo que encontraron a continuación no les ofrecía una mejor perspectiva de su situación en le templo de Serpentis.


Ante ellos, un intrincado laberinto lleno peligros por descubrir y sobrevivir. Akela, con su buena intención, propuso la idea que había escuchado de los sabios del templo donde se había formado como paladina: seguir siempre la pared de la derecha, una forma eficaz de salir del laberinto.
Y siguiendo el consejo de una de las féminas del grupo, iniciaron su largo camino por las entrañas de aquella sala.

Todo parecía ir bastante bien, pero... Tras una de las esquina, se toparon de cara con una criatura que no parecía ser fácil de vencer: un ankheg con pinzas temibles y peligrosa mandíbula.

Era un combate difícil, ya que luchar en un estrecho pasillo, podía resultar mortal para aquel que se encontrar en el frente de la contienda. Pero la fuerza de los más preparados para el combate cuerpo a cuerpo del grupo, fue decisiva para dar muerte a la criatura.
Tras aquel primer combate, decidieron avanzar con más cautela y buscar la manera de poder enfrentarse a los posibles enemigos del lugar, utilizando a su favor el terreno y participar en la lucha de forma activa.

Y fue muy útil aquella reflexión porqué, más adelante, el peligro de muerte se multiplicó por mil al tener que enfrentarse con el guardián de aquel salvaje laberinto: un contemplador.
Situados tras toda esquina posible, con ataques a distancia, cuerpo a cuerpo y magia, fueran desgranando la vida de la temible criatura hasta darle muerte.


Alguna trampa, movimientos sigilosos para no toparse de nuevo con nuevos ankhegs, tesoros perdidos en los pasillos...finalmente encontraron la salida de aquel infierno.
Agotados, heridos, pero con la voluntad inquebrantable de continuar adelante, avanzaron hasta lo que parecía la antesala de la sala del trono de Serpentis: una enorme sala con alta columnas y amenazadoras sombras escondidas tras ellas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario