En este día de lluvia, esperando que
llegue la tarde para asistir a la Patitrobada y pasar unas buenas
horas entre juegos de mesa, me he pasado la mañana con el pequeño
goblin haciendo una “víbria” (un dragón con tetas... para los
que no lo sepan!).
Ahora que me ha dejado un momento, os
cuelgo el trasfondo de uno de mis personajes en Comunidad Umbría.
Como algunas veces sucede (por mala suerte), fue de una de aquellas
partidas que comienzan con ganas y se plantean muy atractivas, pero
al final se queda en nada. Y mira que le tenía ganas, ya que que
estaba ambientada en la Ciudad de los Condenados (Mordheim).
Mi PJ era un contrabandista que se unía
al grupo de aventureros para buscar ciertos objetos para sanar a la
sobrina del noble que los había contratado. Aquí os dejo su
historia y veremos si en un futuro recupero el personaje...
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“Hijo mío, recuerda estas palabras:
todo tiene un precio...hasta la vida de un hombre.”
Aquellas palabras fueron la mejor
herencia que Jerko había recibido de su padre. Unas palabras que,
día tras día, habían tenido sentido en las inmediaciones de la
Ciudad de los Condenados: Mordheim...su hogar.
Jerko pertenecía a una larga familia
de comerciantes que trataban salir adelante con sus humildes negocios
en diferentes ciudades del reino. Pero fue su padre, un vendedor
atrevido y aventurero, el que se decidió a establecer un nuevo
negocio en una de las diferentes fortalezas que se habían construido
en los alrededores de Mordheim.
Como le había explicado desde muy
pequeño, a modo de cuento para ir a dormir, se sabía de la cantidad
de gente que se dirigía a la derruida ciudad en busca de aquellas
piedras que decían esconder un gran poder oculto, un poder que hacía
poderoso a quiénes la poseían. Muchos abandonaron sus antiguas y
apacibles vidas para convertirse en busca-tesoros, aventureros,
mercenarios...y más tarde, y bajo la influencia viciosa de la
condenada ciudad, en asaltadores, asesinos, ladrones, etc.
El padre de Jerko tenía muy buen ojo
para los negocios, y aquel nuevo escenario comercial solo podía
tener una lectura para él: dinero.
Así pues, se estableció en la ciudad
como comerciante, abasteciendo a los recién llegados de todo aquel
material necesario para realizar la búsqueda de los tesoros ocultos
Mordheim. Pero pronto descubrió que ciertos productos de dudosa
legalidad, le aportaban más ganancias de las esperadas. Así pues,
Jerko creció sabiendo que las cosas tenían varias maneras de
venderse y varios precios a pedir.
De pequeño ayudaba a su padre en las
vendas del establecimiento que regentaban. Cuerdas, antorchas,
provisiones de viaje, herramientas, aceites..., pero también
aprendió la existencia de mercancías que no podían estar expuestas
libremente en el local: linternas sordas, venenos, ganzúas, cierto
tipo de armas, amuletos...
Poco a poco, y gracias a su padre,
Jerko aprendió donde conseguir todos y cada uno de los objetos que
ponían a la venta. Sobretodo aquellos que eran encargados de manera
disimulada y bajo ciertas palabras clave. Y a su vez, siendo joven,
comenzó a conocer nuevos contactos y nuevas formas de conseguir
aquello que buscaba.
Al morir su padre, Jerko pensó en
continuar con el negocio familiar, pero aquella vida tan monótona no
le acababa de convencer. Buscaba alguna cosa más intensa, más
vibrante, más...peligrosa! Y dedicándose al comercio de productos
“difíciles” de conseguir en establecimientos comerciales
ordinarios, era la mejor manera de conseguir dinero y vivir
intensamente. Y así fue la manera en la que Jerko pasó de ser un
joven comerciante a un atrevido contrabandista.
Conocía cada producto que se vendiera
en la ciudad, así como sus propiedades. Sabía donde conseguir
cualquier cosa de forma rápida y sin muchas preguntas. Tenía
relación con muchas y diferentes contactos de la ciudad. Era
conocedor de secretos y vendedor de rumores... Era un superviviente
más de aquella maldita pesadilla de Mordheim.
Y así pasó los años de juventud en
la ciudad de los condenados: vendiendo, comprando, intercambiando...
Era su forma de vida.
En uno de sus trapicheos, Jerko había
contactado con una de las muchas bandas de la ciudad: los “Lengua
negra”. Aquel grupo de busca-tesoros y ladrones, habían llegado a
los límites de Mordheim en busca de alguno de los tesoros de la urbe
de los malos sueños. Necesitaban material y habían acudido a él
para equiparse antes de adentrase a aquellas podridas ruinas.
La lista no era extensa y a Jerko no le
había costado mucho conseguir lo que pedían los “Lengua negra”.
Pero aún se maldice al pensar que había tenido que estar más
alerta, ser más desconfiado y darse cuenta de la jugada que le
estaban montando.
Habían quedado en la parte trasera de
uno de los muchos burdeles de la ciudad para realizar el intercambio.
Allí supo que su vida pendía de un hilo...
Apareció el contacto con el que habían
cerrado el trato el día anterior, pero no solo... Le acompañaba un
enorme y robusto hombre con poca cabeza y mucho músculo. Aquello
solo tenía un significado: aquellos dos querían la mercancía sin
pagar ni una moneda.
Jerko se había encontrado en
situaciones parecidas, y sabía como desenvolverse en combates cuerpo
a cuerpo. No era un guerrero experto, pero conocía algunos trucos
para ir desgarrando la vida poco a poco a sus enemigos.
Analizó la situación en décimas de
segundo: el contacto...patada en la entrepierna y puñetazo en la
barbilla al encogerse, eso le daría unos segundos para lanzar otra
patada a la rodilla del hombretón y conseguir que se igualaran las
alturas, haría aparecer su cuchillo y daría un corte seguro y
limpio al pescuezo del gigante. Parecía fácil si no fuera por...
No vio venir a los otros dos que habían
estado escondidos entre las sombras del callejón, esperando el
momento idóneo para abalanzarse sobre él y propinarle una dolorosa
paliza.
Con el único ojo que le quedó
entreabierto a causa de los golpes recibidos, observó como los
cuatro “Lengua negra” se afianzaban de la mercancía y lo
abandonaban a sus suerte en aquel húmedo y apestoso lugar.
Consiguió llegar, tambaleándose por
las callejuelas, hasta él único lugar que consideraba seguro: el
antiguo almacén de su padre. Allí pudo descansar y recuperar
algunas fuerzas.
Tras unos días malviviendo de lo poco
que podía conseguir en las calles, Jerko pareció mejorar. Era
momento de volver a sus negocios...
En los alrededores de Mordheim, no hay
lugar para la compasión y la tristeza. O eres cazador o acabas
siendo la presa. Y él sabía que lo único que sabia hacer era
continuar con sus trabajos de contrabandista. Debía comenzar desde
cero, con poco o nada en los bolsillos. Pero la vida era eso : caer
para volver a levantarse. Eso sí, sabiendo que tarde o temprano, su
camino se cruzaría de nuevo con los “Lengua negra”. Y se lo
haría pagar muy caro a todos y cada uno de ellos... no sabía como,
pero lo haría.
Muy bueno Nanuk. A ver si puedes usar a Jerko en una partida más propicia.
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