sábado, 16 de noviembre de 2013

JERKO, EL CONTRABANDISTA

En este día de lluvia, esperando que llegue la tarde para asistir a la Patitrobada y pasar unas buenas horas entre juegos de mesa, me he pasado la mañana con el pequeño goblin haciendo una “víbria” (un dragón con tetas... para los que no lo sepan!).

Ahora que me ha dejado un momento, os cuelgo el trasfondo de uno de mis personajes en Comunidad Umbría. Como algunas veces sucede (por mala suerte), fue de una de aquellas partidas que comienzan con ganas y se plantean muy atractivas, pero al final se queda en nada. Y mira que le tenía ganas, ya que que estaba ambientada en la Ciudad de los Condenados (Mordheim).

Mi PJ era un contrabandista que se unía al grupo de aventureros para buscar ciertos objetos para sanar a la sobrina del noble que los había contratado. Aquí os dejo su historia y veremos si en un futuro recupero el personaje...

.................................

“Hijo mío, recuerda estas palabras: todo tiene un precio...hasta la vida de un hombre.”

Aquellas palabras fueron la mejor herencia que Jerko había recibido de su padre. Unas palabras que, día tras día, habían tenido sentido en las inmediaciones de la Ciudad de los Condenados: Mordheim...su hogar.
Jerko pertenecía a una larga familia de comerciantes que trataban salir adelante con sus humildes negocios en diferentes ciudades del reino. Pero fue su padre, un vendedor atrevido y aventurero, el que se decidió a establecer un nuevo negocio en una de las diferentes fortalezas que se habían construido en los alrededores de Mordheim. 

Como le había explicado desde muy pequeño, a modo de cuento para ir a dormir, se sabía de la cantidad de gente que se dirigía a la derruida ciudad en busca de aquellas piedras que decían esconder un gran poder oculto, un poder que hacía poderoso a quiénes la poseían. Muchos abandonaron sus antiguas y apacibles vidas para convertirse en busca-tesoros, aventureros, mercenarios...y más tarde, y bajo la influencia viciosa de la condenada ciudad, en asaltadores, asesinos, ladrones, etc.
El padre de Jerko tenía muy buen ojo para los negocios, y aquel nuevo escenario comercial solo podía tener una lectura para él: dinero.

Así pues, se estableció en la ciudad como comerciante, abasteciendo a los recién llegados de todo aquel material necesario para realizar la búsqueda de los tesoros ocultos Mordheim. Pero pronto descubrió que ciertos productos de dudosa legalidad, le aportaban más ganancias de las esperadas. Así pues, Jerko creció sabiendo que las cosas tenían varias maneras de venderse y varios precios a pedir.
De pequeño ayudaba a su padre en las vendas del establecimiento que regentaban. Cuerdas, antorchas, provisiones de viaje, herramientas, aceites..., pero también aprendió la existencia de mercancías que no podían estar expuestas libremente en el local: linternas sordas, venenos, ganzúas, cierto tipo de armas, amuletos...
Poco a poco, y gracias a su padre, Jerko aprendió donde conseguir todos y cada uno de los objetos que ponían a la venta. Sobretodo aquellos que eran encargados de manera disimulada y bajo ciertas palabras clave. Y a su vez, siendo joven, comenzó a conocer nuevos contactos y nuevas formas de conseguir aquello que buscaba.
Al morir su padre, Jerko pensó en continuar con el negocio familiar, pero aquella vida tan monótona no le acababa de convencer. Buscaba alguna cosa más intensa, más vibrante, más...peligrosa! Y dedicándose al comercio de productos “difíciles” de conseguir en establecimientos comerciales ordinarios, era la mejor manera de conseguir dinero y vivir intensamente. Y así fue la manera en la que Jerko pasó de ser un joven comerciante a un atrevido contrabandista.


Conocía cada producto que se vendiera en la ciudad, así como sus propiedades. Sabía donde conseguir cualquier cosa de forma rápida y sin muchas preguntas. Tenía relación con muchas y diferentes contactos de la ciudad. Era conocedor de secretos y vendedor de rumores... Era un superviviente más de aquella maldita pesadilla de Mordheim.
Y así pasó los años de juventud en la ciudad de los condenados: vendiendo, comprando, intercambiando... Era su forma de vida.

En uno de sus trapicheos, Jerko había contactado con una de las muchas bandas de la ciudad: los “Lengua negra”. Aquel grupo de busca-tesoros y ladrones, habían llegado a los límites de Mordheim en busca de alguno de los tesoros de la urbe de los malos sueños. Necesitaban material y habían acudido a él para equiparse antes de adentrase a aquellas podridas ruinas.
La lista no era extensa y a Jerko no le había costado mucho conseguir lo que pedían los “Lengua negra”. Pero aún se maldice al pensar que había tenido que estar más alerta, ser más desconfiado y darse cuenta de la jugada que le estaban montando.


Habían quedado en la parte trasera de uno de los muchos burdeles de la ciudad para realizar el intercambio. Allí supo que su vida pendía de un hilo...
Apareció el contacto con el que habían cerrado el trato el día anterior, pero no solo... Le acompañaba un enorme y robusto hombre con poca cabeza y mucho músculo. Aquello solo tenía un significado: aquellos dos querían la mercancía sin pagar ni una moneda.
Jerko se había encontrado en situaciones parecidas, y sabía como desenvolverse en combates cuerpo a cuerpo. No era un guerrero experto, pero conocía algunos trucos para ir desgarrando la vida poco a poco a sus enemigos.
Analizó la situación en décimas de segundo: el contacto...patada en la entrepierna y puñetazo en la barbilla al encogerse, eso le daría unos segundos para lanzar otra patada a la rodilla del hombretón y conseguir que se igualaran las alturas, haría aparecer su cuchillo y daría un corte seguro y limpio al pescuezo del gigante. Parecía fácil si no fuera por...
No vio venir a los otros dos que habían estado escondidos entre las sombras del callejón, esperando el momento idóneo para abalanzarse sobre él y propinarle una dolorosa paliza.
Con el único ojo que le quedó entreabierto a causa de los golpes recibidos, observó como los cuatro “Lengua negra” se afianzaban de la mercancía y lo abandonaban a sus suerte en aquel húmedo y apestoso lugar.

Consiguió llegar, tambaleándose por las callejuelas, hasta él único lugar que consideraba seguro: el antiguo almacén de su padre. Allí pudo descansar y recuperar algunas fuerzas.
Tras unos días malviviendo de lo poco que podía conseguir en las calles, Jerko pareció mejorar. Era momento de volver a sus negocios...
En los alrededores de Mordheim, no hay lugar para la compasión y la tristeza. O eres cazador o acabas siendo la presa. Y él sabía que lo único que sabia hacer era continuar con sus trabajos de contrabandista. Debía comenzar desde cero, con poco o nada en los bolsillos. Pero la vida era eso : caer para volver a levantarse. Eso sí, sabiendo que tarde o temprano, su camino se cruzaría de nuevo con los “Lengua negra”. Y se lo haría pagar muy caro a todos y cada uno de ellos... no sabía como, pero lo haría.

1 comentario:

  1. Muy bueno Nanuk. A ver si puedes usar a Jerko en una partida más propicia.

    ResponderEliminar