El encuentro con la quimera no solo les
había dejado cansancio después de una noche sin poder descansar lo
suficiente, si no la sensación de que cada vez, la fuerza enemigo
era más poderosa y peligrosa. O puede que las fuerzas del grupo
comenzaran a flaquear?
Con las primeras luces, el grupo inició
de nuevo dejando a tras el caváder de la quimera y al anciano
trotamundos que habían conocido la noche anterior. Horas más tarde,
entrado el atardecer, avistaron lo que parecía un pequeño fuerte
aduanero que bloqueaba el camino.
Sigilosamente pudieron descubrir que
unos soldados trasgos se habían apoderado de aquella instalación y
habían dado muerte a las fuerzas humanas que allí se encontraban.
Pero la mala suerte quiso que Mirtha, al intentar escalar el muro de
la construcción, realizara demasiado ruido con su armadura, motivo
que alertó a la pareja que hacía guardia en una de las puertas del
cuartel.
De nuevo, el grupo se encontraba en
peliaguda situación, no solo por el combate en cuestión, si no
porqué a los pocos minutos pudieron descubrir que los trasgos
estaban acompañados de dos musculosos ogros que aportaban la fuerza
bruta al grupo de la Mano Roja.
Unos por el tejado, otros atacando en
el exterior del edificio de madera y los últimos en el interior,
esquivando y atacando como podían a los ogros, hicieron frente al
oponente.
Nebin tuvo que escapar más de una vez
del peligro de caer sin vida en aquel encuentro, Kurgan recibió
también lo suyo...todos estaban a un paso de ser pasto de los
gusanos. Puede que la fortuna, puede que un último aliento de
valentía y determinación, les ayudó a sobreponerse a aquella
extrema situación y salir vencedores de la lucha.
Allí descansaron el resto del día.
Era necesario estar con la totalidad de fuerzas antes de adentrase en
las zonas pantanosas de los alrededores de Rhest.
Al día siguiente, se vieron forzados a
abandonar a los caballos, dado que era montura imposible en aquel
terreno. Humedad, atmósfera asfixiante, terreno fangoso, vegetación
desconcertante... Aquel lugar sacaba de nervios a cualquiera!
Avanzaban lentamente y a cada paso, el
peligro les parecía más inminente.
En una de las paradas, descubrieron a
cierta distancia lo que parecía el cuerpo sin vida de un enorme
búho, en parte descuartizado y con signos evidentes de una muerte
salvaje. Quién había provocado aquello?
Les habían informado que en aquella
zona, la horda de la Mano Roja, se dedicaba a la cría de criaturas
de origen dracónico: retoños infernales espigados. Puede que una de
aquellas criaturas fuera la responsable de la muerte de aquel
imponente animal.
El grupo decidió arriesgarse y
observar de más cerca la muerte del búho. Puede que también les
picara la curiosidad al observar que algo brillaba cerca del cuerpo
del animal.
Pero fue una decisión peligrosa ya que
al acercarse al pequeño montículo de tierra, entre las aguas
pantanosas que lo rodeaba, algo atacó las piernas de Kurgan.
Al llegar a tierra firme descubrieron
que, efectivamente, se trataba de una pequeña cría de dragón de
salvajismo extremo. La mirada de la criatura solo llamaba a la muerte
de aquel que cruzara la visión con ella.
Fuera por el terreno, o por la
capacidad de escapar de aquella criatura, el combate fue duro y
extenuante. Si la horda estaba criando criaturas como aquellas...la
muerte se extendería por el valle de Elsir en pocos días.
Finalmente, dieron muerte al retoño
infernal y descubrieron que el búho estaba acompañado por los
restos de una armadura de manufacturación élfica. Armadura, armas,
un anillo con la inscripción de Lanikar...
De repente, unas enormes sombras
cubrieron el montículo donde se encontraban, nido del retoño
infernal. Cinco búhos de enorme tamaño, montados por jinetes elfos,
aterrizaban frente al grupo. Tras las debidas presentaciones y
explicaciones de los sucedido, el portavoz del grupo de elfos,
Killiar Flechaveloz, invitó al grupo a volar con ellas hasta lugar
seguro: la ciudad de Cantaestrella, ciudad de los elfos.
El viaje les asombró. Aquellos enormes
animales recorrían desde las alturas el pantano de Rhest y los llevó
a una ciudad de belleza exquisita. Sellyria cantaestrella, líder de
la comunidad de elfos, les explicó que aquellas tierras estaban cada
vez más infestadas de fuerzas trasgoides y que no era la primera vez
que alguien de su familia acababa bajo el ataque de una de esas
criaturas salvajes cría de dragones.
El grupo explicó a su vez, el motivo
de su paso por aquellas tierras y aprovecharon para pedir ayuda a los
elfos. Su respuesta fue tajante: no podían abandonar su hogar...pero
si ofrecer cierta ayuda desde el norte.
La líder de los elfos, tras dar
sepultura al cuerpo del elfo Lanikar, decidió ofrecer el vuelo de
sus búhos hasta la ciudad de Rhest y ayudar en lo posible en frenar
el avance de la horda por la zona norte.
De esta manera, el grupo se encontró
sobrevolando de nuevo los alrededores de Rhest y buscando la manera
de enfrentarse a un nuevo señor de las sierpe de la Mano Roja.
Saarvith los esperaba en la ciudad...les daría una buena bienvenida?
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