La decisión era muy complicada...
Fuera cual fuera su elección, el peligro se abalanzaría sobre ellos
de manera inminente, de una forma u otra.
El grupo se reunió para decidir cual
de las dos opciones les era menos “agresiva”. Por un lado,
acercarse a las aguas que rodeaban las ruinas de Rhest era sinónimo
de tomar contacto con las tribus de hombres-lagarto que rodeaban las
orillas del lago. Por el otro, un acercamiento directo hacia los dos
únicos edificios que sobresalían de las aguas (la torre del
campanario y el ayuntamiento) y tomar un ataque de frente contra la
fuerzas de la horda allí situadas.
Tras reflexionar detenidamente sus
opciones, decidieron un acercamiento más lento pero más seguro y
sigiloso: acabar con una de los grupos de chozas de los
hombres-lagarto y acercarse a Rhest con el máximo silencio posible.
Así pues, se acercaron a uno de los
grupos de reptilianos y, sin demasiados problemas, acabaron con
ellos. Fue un combate rápido y especialmente sangriento. Y todo a
causa de los ataques poderosos y salvajes de la pareja de guerreros
del grupo. Kurgan y Mirtha atacaban llevados por una furia que
intimidaba a cualquiera que viera sus descargas con sus armas,
descuartizando a toda criatura que se topara con ellas.
En pocos minutos, se apoderaron de un
par de barcas para acercarse al campanario, próximo objetivo del
grupo.
La noche les ayudó a no ser detectados
por la guardia de la Mano Roja, pero también cierta seguridad en el
contingente trasgoide de quién no cree que nadie les podrá atacar
en su fortaleza abandonada.
Se acercaron al campanario y observaron
por una de las ventanas. Unos veteranos trasgos pasaban el rato
jugando a un macabro juego con una rana y un cuchillo, mientras que
alguien de rango más elevado descansaba en una de las esquinas de la
edificación.
Parte del grupo, decidió escalar la
torre para atacar por flancos diferentes. Era momento de actuar: unos
por la parte de arriba, otros por la parte de abajo, atacaron al
mismo momento, aprovechando la sorpresa de una ofensiva inesperada.
Esta vez, las complicaciones eran
mayores dado el poco espacio que tenían de maniobra, la dificultad
para entrar por las ventanas y la veteranía del contrincante.
Las espadas entrechocaban, los
proyectiles se cruzaban y la sangre se derramaba...y los primeros
cuerpos sin vida caían al suelo. Korkulan, el oficial trasgo, era un
hueso duro de roer. Sus dos espadas cortas atacaban sin tregua al
grupo de aventureros, pero los ataques de flanqueo de estos, ayudaron
a vencer al líder del grupo de vigilancia.
La victoria fue conseguida por el
grupo, pero las heridas del combate eran importantes. Y aún debían
entrar en el ayuntamiento!
Unos momentos de reposo para recuperar
el aliento y era el momento de enfrentarse al objetivo final: el
ayuntamiento de Rhest. Allí les esperaba Saarvith.
Tomaron de nuevo las barcas y se
acercaron al antiguo centro del pueblo. Parecía reinar la calma...
Llegaron a la pasarela construida sobre las aguas del lago y
comenzaron la exploración del lugar. Rodeando el edificio
encontraron el primer obstáculo de la guarida de la horda: ogros.
Intentaron actuar por sorpresa, pero
pronto el enemigo supo de la existencia del grupo y los ataques eran
directos y bien dirigidos. Y evidentemente, a tener muy en cuento.
Las grandes mazas de los ogros “bailaban” de aquí para allá,
con el peligro mortal que ello comportaba.
Los ogros son criaturas de pocas luces,
pero muy peligrosas en combate directo. Así pues, el grupo actuaba
utilizando su fuerza pero también la buena estrategia de la lucha.
Ataque y movimiento, daño a distancia, cargas y ataques poderosos,
conjuros ofensivos y de soporte... Poco a poco, uno a uno, los ogros
que guardaban la entrada del edificio fueron cayendo.
Pero el grupo se encontraba en una
situación muy complicada: aguantarían sus fuerzas a lo que aún les
esperaba en el interior de Rhest?
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