Se encontraban en una pequeña posada
situada en un cruce de caminos, gastando las últimas monedas que
habían conseguido tras el encargo de “limpiar” una pequeña mina
de un grupo de alimañas salvajes.
Gork y Mörd, enano y semi-orco
respectivamente, junto con un silencioso Siete que no paraba de mirar
desconfiado de aquí para allí, bebían cerveza en una de las mesas
de la posada. Kibana, como buena keder, paseaba por el local
curioseando y manoseando todo aquello que le llamara la atención.
Arquen, mientras, se distraía sensualmente con un muchacho que,
siendo joven, se ruborizaba al escuchar las tórridas palabras de la
semi-elfa.
Un grupo de hombres llegaron a la
posada y se dirigieron a la barra. Pidieron sus cervezas y comenzaron
un parloteo con el dueño del local. Al poco, este les señaló la
mesa donde se encontraban el enano, el semi-orco y el tíflin. Uno de
ellos, el que parecía ser el capataz del grupo, se acercó a la
mesa.
-Eres Gork, el clérigo?
Y frente al gesto afirmativo del enano,
el hombre alargó su mano y le hizo entrega de una carta. Acto
seguido, volvió con su grupo y continuó con su bebida.
Gork, comenzó la lectura de la carta,
y una ligera sonrisa se le dibujó en su curtido rostro. La carta era
de su gran amigo Dungrer, líder del Clan de los Cazadores Blancos de
las Montañas de la Luna. En ella, invitaba al enano y a su grupo de
compañeros de aventuras, a una gran celebración donde daban gracias
a los dioses por haber tenido fortuna en la caza y la recolección de
víveres para sobrevivir a los duros meses de invierno en aquel lugar
tan peligros de Valkirihan.
El grupo accedió a la invitación e
iniciaron el camino hacia Hoëgel, poblado de los Cazadores Blancos.
Al llegar, fuero conscientes de la
importancia de aquella celebración y el entusiasmo de los habitantes
del poblado por aquella fiesta: músicos, bailes, bebida y comida,
juegos de habilidad, niños correteando por todas partes, risas,
alegría... un ambiente del que hacía mucho que el grupo no había
podido participar.
Se dirigieron a la casa comunal, donde
se encontraron con Dungrer y el resto de su familia. Un fuerte y
sentido abrazo unió de nuevo a los dos grandes amigos, el humano
cazador y Gork el enano. Después vinieron las presentaciones del
resto de miembros del grupo: Mord el bárbaro semi-orco, Kibana la
pícara, Siete el tiflin y Arquen la exploradora.
Acto seguido, la fiesta continuó hasta
bien entrada la noche donde se proclamó a Ot, hijo mayor de Dungrer,
como nuevo Cazador del clan, dando rienda suelta de nuevo a bebida y
comida por doquier.
Al día siguiente, todos se levantaron
con cierto dolor de cabeza, fruto de la excesiva cerveza montañesa
que habían bebido. Aún así, fueron conscientes de la
intranquilidad de algunos habitantes del poblado. Intrigados, se
dirigieron de nuevo a la casa comunal y encontraron a Dungrer y a su
familia con rostro de preocupación.
Al preguntar qué había sucedido, el
líder de los Cazadores Blancos, respondió amargamente:
-Duna, mi hija mediana, a desaparecido.
Nadie sabía donde se encontraba o el
porqué de su desaparición. Fueron las dotes de persuasión
femeninas de Arquen y Kibana las que, preguntando a las amigas de
Duna, descubrieron la existencia de una relación amorosa con un
muchacho del pueblo. Posiblemente, los jóvenes amantes se les había
hecho tarde en su escapada a una pequeña cabaña de cazadores a un
par de horas de Hoëgel.
El grupo decidió encargarse, como
favor a la hospitalidad del clan, de la búsqueda de la muchacha y su
novio, iniciando el camino entre un paisaje nevado.
Las huellas de la pareja eran visibles,
pero nadie esperaba encontrar en medio de camino, la aparición como
salidas de la nada, de nuevas huellas acompañadas de restos de
sangre. Era como si algo o alguien, hubiera aparecido de repente
donde se encontraban la pareja de adolescentes iniciando una sangría
sin motivo aparente. En ese mismo punto, las huellas de la pareja se
separaban hacia caminos opuestos. La exploradora descubrió que las
huellas que mostraban sangre eran propiedad del muchacho, mientras
que las otras eran de Duna.
Aún no habían decidido como
organizarse, que se sorprendieron al tener la compañía de tres
enormes ciervos que, sospechosamente, se aceraban hacia ellos sin
temor alguno.
-Es muy extraño que unos ciervos se
acerquen a nosotros...
Dijo acertadamente Siete, para
descubrir a los pocos segundos que los animales tenían la clara
intención de atacar al grupo de forma salvaje.
Por medios de cornadas y sacudidas, los
tres ciervos mermaron las fuerzas del grupo que, posiblemente,
estaban desorientados por la conducta excesivamente agresiva de los
animales. Y trabajo tuvieron para acabar con la vida de los ciervos,
pudiendo continuar con su investigación sobre la desaparición de
Duna.
Mientras Mörd se entretenía con su
caníbal ritual de comerse el corazón de sus enemigos, Kibana y
Siete se encargaron de seguir el rastro de sangre del novio de Duna.
Gork y Arquen, hicieron los mismo pero con las huellas de la
muchacha.
Los primeros, se sorprendieron al
encontrar al chico desnudo, con pequeñas pero numerosas heridas por
todo el cuerpo, ahorcado con sus propias ropas, de lo alto de un
árbol del camino. Tras descolgarlo, sin tener nada claro de lo
ocurrido en aquel lugar, iniciaron el trayecto de vuelta al camino
con el cadáver a cuestas.
La otra pareja tuvo alga más de
suerte, pero no por ello se tranquilizaron. Su búsqueda les llevó a
un claro de bosque, donde unas enormes piedras daban cobijo a una
Duna, desnuda, y en estado autista. Lo extraño del lugar era que en
toda la zona donde se encontraban aquellas construcciones pétreas,
la nieve misteriosamente se había fundido.
Pero nadie estaba con la ausente y
frágil muchacha... o eso parecía.
Gork, sin evitarlo, se lanzó a la
ayuda de su ahijada, provocando la aparición desde la nada de una
serie de criaturas formadas por sombras. Eran los temidos Aouns, o
sombras de la muerte, que comenzaban a realizar su baile macabro en
pos del clérigo enano.
Arquen, escondida entre la vegetación,
comenzó a preparar su arco, dispuesta a una nueva lucha.
Una primera partida muy buena.Una historia que engancho desde el principio y unos pjes que seguramente daran mucho juego(el ritual canibal de Mórd un poco gore jaajj).Estoy deseando jugar la 2ª
ResponderEliminarLástima de las desastrosas tiradas de dados de algunos de los jugadores (alcalde... cuántas pifias seguidas...) que nos entretuvo demasiado con los ciervos...
ResponderEliminarPor cierto que mi personaje (la semielfa algo casquivana) consiguió comunicarse con los ciervos y oyó como estos pedía disculpas... como si algo o alguien los tuviera dominados...
Mal rollete.
Buena primera partida y buena forma de presentar a los personajes... ahora a profundizar en ellos y crear entre todos un excelente argumento.