Aquella noche, la posada estaba en
relativa tranquilidad. Y era extraño, ya que el local donde podías
contratar los mejores, pero también más peligrosos, mercenarios de
toda Spyra estuviera en calma, era del todo anormal.
Artanis (guardiana humana) y Sigilo
(humana de pasado algo comprometido) entraron en la sala y se
dirigieron sin dudar a hablar con el posadero. Buscaban los mejores
mercenarios que estuvieran en el Último Bastión, ciudad donde
habían llegado al anochecer.
El posadero dio un vistazo al local...
en una mesa se encontraba una pareja que podrían ser válidos si no
fuera por su afición excesiva por el alcohol. En una de las esquinas
se encontraba Pijus (mago humano), un anciano también aficionado a
la botella pero, por lo visto, con grandes conocimientos sobre la
magia. Algo más alejada se encontrada Akane (ladrona albhed),
silenciosa y observadora como siempre, que analizaba disimuladamente
todos los movimientos de las recién llegadas. Al otro lado del
local, se encontraba Kairon (humano bárbaro), un mercenario en toda
regla dispuesto a servir al mejor postor.
Tras una “mala entrada” con Pijus,
Artanis y Sigilo conversaron con Kairon y comenzaron a estipular el
precio y modo de pago del trabajo. No fue demasiado complicado
concertar un pago previo de 2.000 piezas de oro antes del trabajo y
1.000 más al finalizarlo.
Fue entonces cuando Akane se ofreció a
participar en la empresa de la guardiana, al saber que el trabajo se
desarrollaría tras el Muro de Bron, adentrándose en la zona más
peligrosa de Spyra.
Algo más complicados fueron los tratos
con el viejo mago borrachín, pero finalmente Pijus accedió a
trabajar en aquella peligrosa y misteriosa empresa.
Tras pasar la noche y poner sobre la
mesa toda la información de la misión, el grupo intentó descansar.
Algunos no consiguieron conciliar el sueño pensando en lo que
Artanis les había explicado: debían buscar al nuevo Elegido. Y eso
solo quería decir una cosa: la llegada de Sinh estaba cerca.
Tras pasar el Muro de Bron, el grupo
comenzó el trayecto hasta Besaid con las primeras luces del día. La
jornada transcurría en relativa calma hasta que un dolor intenso
comenzó a inquietar a Artanis. El dolor se localizaba en su
ante-brazo, lugar donde brillaba un tatuaje que la guardiana
intentaba esconder de sus compañeros. Era mala señal, se vio
obligada a confesar la muchacha, ya que el tatuaje mostraba si el
Elegido estaba en peligro.
A la carrera, se dirigieron al poblado
pesquero de Besaid, donde debía estar el Elegido...o Elegida, en
este caso, y que se trataba de una niña.
Una columna de huma daba las peores
esperanzas y corroboraba que el pueblo estaba siendo atacado. Al
llegar, encontraron alguna choza en llamas y un grupo de monjes
negros a los que hacer frente.
El grupo inició un ataque sin muchos
miramientos, acabando uno por uno con los enemigos. Pero
sorprendentemente, fue Pijus quién parecía estar más cómodo en
aquella situación, dando caza y muerte a muchos de los enemigos de
la compañía.
Con algo más de calma, buscaron a la
niña Elegida, pero el estado de shock de los pocos supervivientes,
alteraba las pocas respuestas que recibían.
Pero no tuvieron que buscar demasiado,
ya que no fueron ellos quiénes encontraron a la niña, si no al
contrario: la Elegida venía a su encuentro.
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