Los posibles peligros que escondía el
Templo Negro, dieron pie a decidir que Yuna se resguardara en la
cueva, protegida por un conjuro de invisibilidad de Sigilo. La
compañía no podía arriesgarse a entregar con tanta facilidad a la
elegida al enemigo...
Al entrar en el templo, se encontraron
con un largo pasillo en el que no parecía haber signo alguno de
trampa o elemento que pusiera en peligro la salud de los miembros del
grupo. Solo una cortina escondía lo que podían encontrar al final
del corredor.
Bajo un estado de alerta total,
traspasaron los ropajes para toparse con una gran sala circular. En
ella se podía ver una par de puertas laterales (una a cada lado) y
una escaleras ascendentes al segundo piso.
Kairon, Pijus y Akane, investigaron una
de las puertas, para descubrir una estancia repleta de libros de
magia a la que el ebrio mago le prestó mucha atención. El bárbaro
Kairon, a su vez, encontró una llave en uno de los cajones de una
vieja mesa. Pero demasiado ruido para tanto descubrimiento...
Alertados por el alboroto, una pareja
de Monjes Negros se dieron cita en la sala circular, apareciendo por
la otra puerta lateral. Precavidas como siempre, Sigilo y Artanis,
dispusieron de un ataque sorpresa que pilló al enemigo totalmente
desprevenido. Entre sus ataques y los de Akane y Kairon, los Monjes
Negros encontraron la muerte en pocos minutos.
Era momento de decidir si continuar
investigando por el pasillo que continuaba por la puerta donde habían
aparecido los monjes, o subir las escaleras y adentrarse en un nuevo
piso del temible templo.
Decidieron encararse a las escaleras y
descubrir un nuevo reto: un pasillo con unas extrañas pinturas en
sus paredes. En ellas aparecían, en el lado izquierdo, un dibujo de
un monstruo y el de 2 soles. En la puerta, la estampa de 5 monstruos
al lado de 6 soles. Y en la pared lateral derecha, 3 dagas
ensangrentadas junto con 4 soles... El significado? Totalmente
desconocido.
Al traspasar las puerta, un nuevo
pasillo les estaba esperando. Esta vez, la fortuna no les acompañaba
y activaron en un par de ocasiones una trampa de proyectiles que
aparecían de un a de las paredes y daban en la diana, desgarrando
poco a poco la maltrecha salud de alguno de los aventureros.
Akane fue la última en entrar y la
afortunada en descubrir como funcionaba aquella trampa del demonio:
simplemente consistía en pisar alternativamente las filas de
baldosas, jugando con ellas al igual que con las imágenes de las
paredes de la entrada (malo-bueno-malo-bueno...).
De esta forma llegaron a una nueva
sala, repleta de objetos aparentemente abandonados. Un arcón en una
de las esquinas, despertó la curiosidad de Artanis y Kairon.
Utilizando la llave que había encontrado en el despacho, abrió el
cofre y, a su vez, activó una peligrosa nueva trampa del templo. La
puerta se cerraron, dejando fuera de la habitación a Akane, y
comenzó a caer de las esquinas de las paredes un pestilente líquido
que pronto reconocieron como ácido.
El grupo intentó romper la puerta para
poder liberarse del ataque corrosivo, pero no les fue nada fácil.
Finalmente, y con muchas quemaduras en sus cuerpos, pudieron salir de
la habitación y descansar unas horas para sanar sus heridas. Era del
todo necesario...
Pero no podían dejar atrás lo que
realmente les importaba: encontrar la piedra de poder.
Una vez en mejor estado, continuaron la
exploración del terreno y encontraron una zona donde el olor
escalofriante de sangre reseca les empañaba el olfato. Sigilo
reconocía aquel olor a la perfección: el olor a muerte y tortura.
Y así era. El grupo descubrió un
estrecho pasillo que llevaba a lo que parecía una sala de torturas,
donde un enorme hombre mutado y un Monje Negro, disfrutaban del dolor
de una ensangrentada niña y un casi cadavérico anciano.
De nuevo, el grupo entró al ataque y
combinando ataques de cuerpo a cuerpo, a distancia y de origen
arcano, hizo frente al enemigo ganando su merecida victoria.
Liberaron a la niña y a los
prisioneros que esperaban aterrorizados su trágico destino, pero el
anciano no tubo tanta suerte y sus fuerzas no consiguieron aguantar
tanto dolor. Pijus y Kairon, acompañaron a los prisioneros hasta la
salida del templo, liberándolos de una muerte segura.
Volvieron al pasillo central y se
toparon con un nuevo enigma: unos marcadores de color blanco, negro,
rojo y azul, junto a una inscripción que debían descifrar.
Tras dar con la solución, se
adentraron a una enorme sala donde se escondía un peligroso enemigo:
el Ochu, una planta venenosa de enorme tamaño y mortíferos
tentáculos.
Mucho le costó al grupo reaccionar
frente a tan desgarrador contrincante, ya que no solo sus ataques
eran de gran poder de daño, sino que sus habilidad para expandir sus
esporas de “confusión” afectaron a algunos miembros del grupo.
Pero finalmente, varios aciertos en los
ataques de los protectores de la Elegida, dieron el fruto deseado:
acabar con el Ochu y superar de nuevo el encuentro con el que se
toparon.
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