Tras unas horas de descanso, el grupo
decidió internarse en el sub-suelo de la torre de guardia. Unas
escaleras resbaladizas daban paso a un largo pasillo iluminado por la
luz de unas primitivas antorchas.
Grant fue el primero en investigar qué
escondía aquel lugar, descubriendo una pequeña comitiva de kobolds
que parecían estar excavando la pared en el fondo del corredor. Unas
puertas a lado y lado del pasillo, daban entrada a una serie de salas
desconocidas aún por los miembros del grupo.
La primera de ellas, a la que Akela se
internó la primera, se encontraba una especie de almacén con
alimentos, bebida y otros elementos comestibles.
La segunda de las puertas, tras
efectuar una afilada percepción, parecía estar ocupada por más
criaturas kobolds. Seria mejor tenerlo en cuenta...
A su vez, la puerta que se encontraba
frente a la de los enemigos, daba paso a un gran sala donde se
encontraba un desconocido sacerdote, de talante no muy amigable, que
parecía haber acabado con la tortura de uno de los soldados de
Robleda. El cuerpo sin vida del miembro de la guardia de la ciudad,
se encontraba postrado en una mesa, esposado de brazos y piernas y
con las entrañas esparcidas por el suelo... Una imagen bastante
impactante.
El grupo decidió, de forma unánime,
conseguir obstaculizar la obertura de las puertas de los kobolds y
del sacerdote, para enfrentarse primeramente al grupo que realizaba
la excavación. “Divide y vencerás”, parecía seguir el plan de
los aventureros.
Con la ayuda de una cuerda, afianzaron
ambas puertas para no poder abrirlas, y se dispusieron a enfrentarse
al pequeño grupo enemigo del final del pasillo. Y no fue muy
complicado acabar con ellos, siendo sinceros.
Tuvieron tiempo de inspeccionar unas
pequeñas celdas que servían de aposento para los antiguos
inquilinos humanos de la torre. Y Akela, no fue lo suficientemente
precavida, ya que el primero de los arcones disponía de una trampa
de obertura explosiva que le provocó más de una quemadura.
Afortunadamente, consiguieron bastantes objetos de valor y monedas,
provechosas en un futuro m¡no muy lejano.
Era momento de actuar... Se enfrentaron
al grupo kobold que se encontraba en una de las primeras salas,
realizando una buena estrategia de ataque por sorpresa cuando las
criaturas salían de la habitación.
Recibieron alguna que otra herida, pero
no lo suficientemente graves como para ver peligrar sus vidas.
Pero aún se debían enfrentar a aquel
extraño sacerdote que se encontraba en la sala de torturas...pero la
puerta no se abría. Había desaparecido aquel individuo? Esperaba la
entraba de los aventureros para atacar? Estaba desconcertado por los
sonidos de batalla del otro lado de la puerta?
Al abrir la puerta, Doga resolvió la
duda, siendo objetivo de una trampa de fuego que le provocó gran
dolor. Era la primera de las sorpresas de aquel desconocido con dotes
arcanas.
El grupo combatió contra él y contra
una serpiente venenosa que le hacía compañía. Entre ataques a
distancia, cuerpo a cuerpo y mágicos, el sacerdote cayó muerto en
pocos asaltos.
Era momento de descubrir quién era
aquella persona y cual su objetivo...
Registrando el cuerpo, descubrieron que
llevaba un misterioso medallón junto con alguna de sus pertenencias.
Intrigante el manuscrito que portaba en uno de sus bolsillos donde se
relataba los siguiente:
“Continuamos con la excavación, pero
aún no hemos encontrado aquello que buscamos. Cartaramûn”
En uno de los muebles, un diario
parecía esclarecer alguna incógnita. Cartaramûn, era el nombre de
aquel sacerdote, y parecía estar buscando alguna cosa en aquella
torre de vigilancia..., de allí las posibles acciones de excavación
de sus subordinados kobolds. Nada decía del medallón y del símbolo
que en él se reflejaba.
El grupo decidió que era momento de
volver a Robleda y explicar al burgomaestre lo sucedido. Todos
llegaron a la conclusión que investigar más sobre lo que estaban
excavando los kobolds, no era de su incumbencia.
El camino de vuelta a la ciudad fue de
lo más tranquilo. Al llegar, cobraron la recompensa de Peter por
acabar con el peligroso Oso Lechuza, y se presentaron frente al
Burgomaetre. Grant explicó lo acontecido y dio entrega del diario
del sacerdote y de su medallón. Agradecido, el máximo mandatario de
Robleda, entregó las monedas acordadas por el trabajo y les pidió
máxima privacidad en aquel asunto.
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