Al llegar a la ciudad de Arakha, el
sumo sacerdote de la ciudad (Efereg), les frenó el paso en el
puerto. Por lo visto, la ciudad había padecido durante hacia algunas
semanas pequeños ataques que, si bien no eran preocupantes gracias a
la seguridad de la urbe, cada vez eran más habituales y de mayor
repercusión en el ánimo de los ciudadanos. Ese era el motivo de la
máxima seguridad en las entradas de la ciudad, fueran por tierra o
por mar.
Tras explicarle el cometido que les
había sido encargado por el burgomaestre de Robleda, los aventureros
fueron acompañados ante la presencia del rey Neref, mandatario de
Arakha.
Ante la presencia del monarca, les
informaron de la preocupante situación de la ciudad: Por lo que
parecía, la peligrosa secta de Serpentis, bajo las órdenes de un
tal Hombre Andrajoso, estaba efectuando una continua oleada de
ataques, en mayor o menor escala, para asediar la ciudad. Primero
habían sido pequeños asaltos a los comerciantes que llegaban a la
ciudad, después ataques en el interior de la ciudad y, últimamente,
asaltos en mayor número contra la ciudad.
Tras poner en común las experiencias
sucedidas, encontraron la relación entre los vivido por el grupo y
lo acontecido en Arakha: Serpentis quería dominar toda la Marca,
iniciando su invasión por la ciudad oriental y, más tarde, Robleda
y la poderosa Marvalar.
Y era momento de poner fin a ese plan.
Primero, debían averiguar donde se
encontraba el templo de Serpentis, y la única forma de conseguirlo
era conseguir su ubicación de manos de uno de los clanes de asesinos
que les ofrecían servicio.
Conocían donde se encontraba la
guarida de los delincuentes seguidores de Serpentis, pero el grupo
quería hacerse con la información del templo, sin llamar demasiado
la atención...pero tenían a Pestus!
Tras unas horas espiando las idas y
venidas de los asesinos, e intentar sin éxito recabar información,
decidieron actuar. Y de la forma más original: con la provocación.
Rompieron una ventana para llamar la
atención de los miembros del clan. Fue una forma original de
conseguir que uno de ellos sacara la cabeza por la ventana y se
encontrara a Pestus provocando la ira del asesino...enseñando el
culo! Y sin mucho éxito, la verdad...
Por suerte, Ginebra utilizó su conjuro
de dominar persona, consiguiendo que el asesino estuviera bajo su
poder mental durante gran parte de la noche.
Antoñito (fue el nombre escogido por
los jugadores), les abrió la puerta y ofreció su espada contra los
asesinos, siendo desde aquel día en un traidor a la secta.
Menudo es Antoñito...
En unos minutos, acabaron con los
asesinos de la primera planta, descubriendo una trampilla que les
podía llevar a plantas subterráneas. Y gracias de nuevo a Antoñito,
que les hizo un detallado mapa de la segunda planta, pudieron
organizar un ataque coordinado contra los adoradores de la secta
Serpentis.
Dieron muerte, uno por uno, a los
delincuentes de la guarida, pero un peligro algo más preocupante les
esperaba abajo: un ogro que realizaba las torturas de aquellos que no
“aceptaban” al clan de asesinos, les esperaba para hacerles
frente.
El grupo aprovechó su ventaja, tanto
en número como en ataque colectivo, y el peligroso ogro acabó en el
suelo sin vida más rápido de lo que esperaban.
Fue en el sótano donde conocieron a
Fredegar Brul, un ladrón prisionero que, a cambio de darle la
libertad, les ayudaría en la misión de encontrar el mapa de
localización del templo de Serpentis.
Ginebra, Grant, Niobe, Pestus, Akela y,
ahora Fredegar y Antoñito, se prepararon para bajar a la última
planta de la guarida de asesinos, donde encontrarían al capataz del
clan, un personaje harto peligroso.
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