El dilema sobre qué hacer en aquella
situación, fue despejado por Gork. El enano sentía las ataduras de
una férrea amistad con la kender y se sentía con la obligación de
ir tras ella para protegerla de los peligros de la caverna. Así
pues, se lanzó tras Kibana por aquel túnel resbaladizo.
Tras unos metros de terreno húmedo e
inclinado, resbalando sin freno, volaron unos metros para caer en un
oscuro pozo sin salida. Solo Gork podía ver en aquel lugar e
intentada tranquilizar a su amiga, buscando a su vez una manera de
salir de allí.
Mientras, Siete y Arquen, presenciaban
la llegada de un nuevo grupo de kuo-taos, alertados por los gritos
provocados por la pequeña y curiosa miembro del grupo. Era momento
de aprovechar las habilidades para el combate del salvaje Mörd, que
aún esperaba en el exterior.
Saliendo fuera y preparados para un
ataque sorpresa, el tiflin, la semi-elfa y el semi-orco, acabaron con
los dos hombres-rana en pocos segundos, no sin antes observar como
una tercera criatura se lanzaba por el túnel resbaladizo en busca de
Gork y Kibana.
Para el enano y la kender, fue muy
complicado hacer frente a un kuo-toa en aquellas circunstancias.
Trabajo tenían para mantenerse a flote, y ademas debían esquivar y
atacar en la oscuridad a su enemigo. Pero un par de buenos ataques,
junto con una buena táctica en pareja, consiguieron que el
contrincante malherido, huyera por algún lugar del pozo. Gork supo,
al instante, que debía de haber alguna salida bajo agua para escapar
de aquel lugar.
Tras buscar, el enano encontró un
pequeño túnel que llevaba a un pasadizo libre de agua. Cuando
volvía a por Kibana, escuchó las voces de sus compañeros que
planteaban como actuar: continuar la exploración de la cueva por
separado o lanzarse al pozo para unirse todo el grupo de nuevo.
Finalmente, todos acabaron en el agua, pasando por el pasadizo
subterráneo, siguiendo el camino de Gork y Kibana.
Siguiendo los rastros de sangre del
kuo-toa huido, el grupo encontró una pequeña sala donde brillaban
unas misteriosos hongos y el primer grupo de minerales para poder
conseguir el “polvo de retorno” para Duna.
Tras coger parte del mineral, y algunos
hongos que Kibana reconoció como útiles para producir alguna poción
sanadora y de karma, continuaron la exploración del lugar, esta vez
buscando la salida.
Pasaron por una puerta, en la que se
escuchaban unos gruñidos inquietantes. La deducción era compartida
por todos: tras ella, estaba el peligroso troll. Precavidamente,
decidieron continuar sin hacer frente a aquella criatura que, muy
posiblemente, provocaría demasiados problemas al grupo.
Y no eran los únicos, ya que siguiendo
el reguero de sangre del hombre-rana, llegaron a una nueva sala, en
la que encontraron de nuevo al kuo-toa herido. Este, estaba enfrente
de una puerta y parecía que evitaba traspasarla. Qué peligros
acechaban en el otro lado, que la criatura no se atrevía a traspasar
la puerta?
En un acto medido, y algo de
intimidación, consiguieron hacer entender a la criatura que la
dejarían con vida si les indicaba la salida. Sospechosamente, el
kuo-toa les indicó la puerta. Haciendo muestra de gran paciencia,
Arquen, consiguió entender que las dos posibles salidas eran por un
lado la sala del troll y por el otro, aquella puerta, que escondía
algo peligroso. Qué hacer?
El grupo acordó dirigirse a la puerta
desconocida y evitar el salvaje troll. Descubrieron una sala repleta
de restos y cadáveres, descuartizados y amontonados en montañas
aquí y allá de la enorme sala. Un enorme ciempiés custodiaba aquel
lugar y ponía, de nuevo, en un aprieto a los miembros del grupo.
Nuevamente, y por extraño que parezca,
el grupo decidió correr en busca de la salida, evitando la
confrontación directa con el gigantesco insecto. Las ganzuás de los
miembros más diestros del grupo, fueron de gran utilidad al abrir la
puerta que frenaba la escapada de los aventureros.
Ya en el exterior, se dirigieron de
nuevo a Höegel para llevar a Martin el curandero, el mineral que
devolvería a Duna a la consciencia.
Al llegar al poblado, misteriosamente
no fueron recibidos por Dungrer, si no por Sila, la hija mayor del
jefe del clan de los Cazadores Blancos.
La chica explicó que algo había
sucedido en la casa del líder del clan, ya que toda la familia de
Duna había enloquecido y actuaban de forma agresiva. Sila, que por
fortuna ya no vivía en la casa de sus padres, pudo informar a Gork y
sus compañeros que unas sospechosas palabras eran repetidas por sus
padres y hermanos. Palabras que decían:
“Del destino encerrado en la botella,
Lilith conseguirá liberar la
perdición”
Dungrer, su mujer Sara, Ot y Brock,
estaban en la casa junto con Duna. La cabaña estaba custodiada por
cazadores del poblado.
Tras unos largos minutos de como actuar
en aquella comprometida situación, ya que nadie quería herir a los
miembros de la familia de Duna, optaron por una táctica bien simple:
buscar, reducir por medio de la fuerza pero sin armas, y sacar de la
casa a los miembros de la familia amiga del enano.
Uno a uno, consiguieron encontrar a
Dungrer y los otros familiares, no sin recibir alguna herida y
evitando provocarles daño. Por fin, en el subterráneo de la casa,
encontraron a Dungrer, fuera de sí, protegiendo a Duna.
Gork pasó difíciles momentos al tener
de hacer frente a los que le habían acogido en más de una ocasión,
pero la situación cada vez se tornaba más misteriosa y
desconcertante.
Una vez fuera de la casa, los miembros
de la familia continuaban inconscientes, pero mucho más tranquilos y
calmados. Martin consiguió aplicar el “polvo de retorno” a Duna,
sin conseguir ningún cambio en la muchacha. Nada podía hacer el
curandero en aquella situación... Únicamente, comunicó al grupo,
existía la posibilidad de trasladar a Duna al Templo Sanador de
Caannan, donde unas hermanas sanadoras podrían devolver a la chica
al mundo real.
Pero era tarde para iniciar el viaje.
Todos decidieron descansar aquella noche y viajar hacia el templo al
día siguiente.
Siete, el tiflin, se ofreció
voluntario para vigilar a Duna durante la noche, no sin tener a Gork
bien cerca. El enano, tras confirmar la recuperación de Dungrer y
familia, volvió a la casa para tranquilizar su alma atormentado por
lo que estaba sucediendo. El resto de componentes del grupo, tuvieron
todas las comodidades para descansar y preparar en total condiciones
el viaje que les esperaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario