domingo, 31 de mayo de 2009

LA HORA DEL CUENTO

UN DRAGÓN DIFERENTE

Hola queridos niños y niñas, bienvenidos una tarde mas a la “Hora del cuento”.

Hoy os explicaré una fantástica historia de malvados dragones, hermosas princesas y valientes caballeros.
Recordad que debéis estar bien calladitos, de lo contrario os tendré que coser los labios con hilo de pescar. Estáis preparados?



Pues cuenta este cuento, que hace muchos, muchos, muchos años atrás cuando las ranas tenían dientes en la boca y las abuelas daban tortazos a los niños sin temor a que les denunciaran, existía un apacible pueblecito a pies de una hermosa montaña.
Las gentes de aquel lugar vivían tranquilas y felices bajo la protección de su tan querido rey.
Su majestad era respetado por todos los habitantes del pueblecito por su bondad y honradez: dejaba que cada trabajador cogiera una sola patata para alimentar a toda una familia de 8 miembros para, mas tarde, quedarse él con toda la cosecha, cortaba solo una vez a la semana la cabeza de alguno de los habitantes del pueblo simplemente por diversión y, de vez en cuando (cada 2 o 3 veces por semana), pedía “prestada” la hija de alguno de sus súbditos para realizar una serie de ”ejercicios nocturnos” necesarios para relajar a estresante vida del monarca. Por todo eso, y mucho mas, era un rey estimado y respetado.

En uno de aquellos días, apareció en la sala del trono un asustado campesino que, entre gritos y jadeos, mencionaba terriblemente atemorizado la aparición en la comarca de una terrible bestia.

-Un... un... mons...truo... majestá... est...amos... perd...di...dos! Es... el... fin!

Por mala suerte para el campesino, había escogido el peor momento para molestar al monarca. El rey estaba observando con atenta curiosidad cuantos trozos de cristales podía comerse el último bufón que había llegado a la corte tras explicar un chiste desafortunado sobre un humano, un elfo y un enano, que a su majestad no le hizo ni pizca de gracia. Aquella interrupción no le agradó lo mas mínimo.

-Que le corten la cabeza! -gritó irritado el rey, dando así rienda suelta al gusanillo sangriento de su verdugo predilecto, un enano con muy malas pulgas y un hacha el doble de grande que su tamaño.
La cabeza del campesino salió volando por los aires dejando a su paso un reguero de sangre en toda la alfombra real, cayendo justamente a los pies del monarca. Este al ver el rostro del su súbdito, se acercó a la cabeza cercenada y le dijo:

-Y ahora que estamos mas tranquilos, puedes repetir lo que decías sobre ese monstruo?

Evidentemente el campesino no dijo nada: estaba muerto! Mejor dicho, su cuerpo estaba en manos del verdugo que aprovecharía aquella jugosa carne para hacer croquetas y venderlas en el mercado negro a muy buen precio.
Al no obtener respuesta del campesino, el rey aún se enfado mas:

-Que le corten la lengua a este insolente!

Como podéis ver, queridos niños y niñas, aquel rey perdía con rapidez los papeles y se dejaba llevar por los nervios con mucha facilidad.
Mas tarde descubriría que lo que quería explicar el malaventurado campesino era que había llegado a aquellas tierras un terrorífico dragón que atemorizaba a todos los habitantes del territorio.

Para que os hagáis una idea de como era aquella monstruosa criatura os podría decir que era grande como... ehmmm... grande como... haber... como os lo diría yo...mas o menos de... de 1 metro cincuenta. Sus ojos eran rojos como como el fuego y su mirada era... bueno... que puedo decir de su mirada?... os sirve de algo si os digo que era bizco! Pues eso, era bizco! Sus fauces terriblemente... vacías! Si al pobre dragón se le habían caído casi todos los colmillos de no cepillárselos correctamente.
Vaya que era un pobre dragón de mierda! Daba pena solo de verlo! Pero el simple hecho de ser dragón hacia que todo el mundo estuviera acojo... errr... asustado.

Nuestro dragón era todo lo contrario a este.

La cuestión era que la penosa criatura, únicamente buscaba una pequeña cueva donde vivir tranquila, descansar, echarse una buena siesta y refregarse de vez en cuando la entrepierna para darse gusto a él mismo sin temor a que nadie le gritara que era un degenerado y que si continuaba así se quedaría ciego.

Pues bien, el amable y gentil rey, para tranquilizar la ira de aquel espantoso dragón que nunca había visto, decidió enviar cada día a la cueva donde se encontraba el legendario monstruo una vaca, una oveja, un cerdo y una gallina. De esta manera, creía el monarca, frenaría el voraz apetito del dragón.

Sin saber ni como ni porqué nuestro dragón comenzó a recibir por sorpresa, jornada tras jornada, el fabuloso manjar que le plantaban delante mismo de la cueva un par de soldados que, vaya tu que descuidados!, siempre llevaban los calzones sucios hasta los talones de un masa semi-líquida de color marrón y de un olor bastante desagradable.

El monstruo, que era dragón pero no gilipollas, no pensó en preguntar en ningún momento el porqué de aquél regalo de bienvenida. Simplemente, se relamía los morros y se zampaba, uno tras otro, los animales. Trabajo tuvo por el hecho de tener una dentadura poco poblada, pero con paciencia y trocito a trocito, todo acabó en su abultada y celulítica barriga.

Los días pasaron y cada vez la escasez de animales era mas preocupante. De las vacas, ovejas, cerdos y gallinas pasaron a los caballos, conejos, perros y gatos, y mas tarde a los loros, los hámsters, las tortugas y las suegras. Con estas últimas, el dragón tubo algún que otro problemilla de digestión. Finalmente, decidió utilizarlas como papel higiénico tras las “faenas” que tal banquete le estaban provocando.

Una vez no quedó ni un solo animal en la comarca, el rey decidió realizar un sorteo diario para escoger una muchacha de la comarca que tendría la obligación de ser la ofrenda de sacrificio ante el terrible dragón.
He de decir, queridos amiguitos y amiguitas, que el rey solo puso en la urna de sorteo los papeles donde aparecían los nombre de las muchachas mas feas, desagradables, aburridas, peludas, obesas, cejijuntas, toca-pelotas, inteligentes... de la provincia. De aquella manera, esperaba poder continuar con su afición nocturna a explicar historias sobre sus rodillas a aquellas muchachas mas agraciadas físicamente.

Aquel cambio desagradó enormemente al dragón. Que diablos haría él con tanta gente en su tranquila cueva! Secretamente, el dragón pactó con las muchachas que escaparan de aquellas tierras buscando mejor fortuna lejos del aquel malnacido monarca. Evidentemente, las chicas no dudaban en salir tan rápido como podían de la cueva de aquella criatura.

Pero el problema de aquellas gentes no se acabó con el sorteo de las muchachas. Sin saber que hacer, se manifestaron frente a palacio pidiendo una solución a su rey.
Después de observar como el portavoz de los habitantes del pueblo acababa con los pelos de los testículos arrancados uno a uno con unas pinzas, la lengua lamiéndose el “ojete” del trasero y las piernas rotas por veinte diferentes diferentes, llegaron a la conclusión que la solución que demandaban podría no ser posible.

Pero un punto de esperanza nació en el corazón de los habitantes de aquel pueblo al conocer de la llegada a palacio de un valiente caballero decidido a acabar de una vez por todas con la vida de aquel maldito dragón.
La imagen del caballero mata-dragones era impactante: ondulada cabellera rubia, ojos azules, pómulos sonrosados, armadura brillante, musculoso corcel blanco, larga lanza puntiaguda...

-Majestad, me presento ante vos para rendiros pleitesía. Me arrodillo ante vuestra persona como símbolo de obediencia y...

-Sí, sí, sí... ya te pillo, ya! Ahorrate todo ese rollo de “soy vuestro humilde servidor” y tráeme las pelotas de eso maldito dragón en una bandeja!

El caballero, sin demora alguna, se dirigió hacia el lugar donde se escondía el temible dragón. Se adentró en la oscura cueva aferrando su lanza con decisión. Muchas otras veces había realizado tan peligrosa tarea y estaba acostumbrado en lidiar con tal viles criaturas del demonio.
La galería subterránea era húmeda y de difícil acceso. El peso y la maniobrabilidad de la armadura le impedía avanzar con soltura. Así pues, decidió despojarse de todas las piezas de su protección, confiado en que su valentía y férrea voluntad le eran la mejor armadura que podía esperar.
A pecho descubierto, y con solo un pequeño taparrabos, el caballero avanzaba paso a paso hacia el lugar donde se encontraba su objetivo. Tras unos minutos de camino resbaladizo, llegó a una gran sala subterránea donde se podían observar los restos de los animales que el dragón se había zampado.

-Criatura del demonio, sal de tu escondite y lucha con un caballero dispuesto a dar su vida por una causa justa!

Silencio.
Tras unos largos minutos donde solo se escuchaba el sonido incesante de una gota que caía y caía sin parar, el caballero pudo escuchar una melodía cantada en un volumen casi inaudible.

-UNO: te la meto como ninguno, DOS: por la garganta hasta que te entre tos, TRES: te la meto del revés, CUATRO: por el culo mi aparato...

Pero que eran aquellas palabras tan soeces que estaba escuchando, por dios santo!

-Maldita criatura desvergonzada! Aparece ante mi y prueba mi lanza!

De repente algo pequeño salió de la oscuridad. Se movió lentamente hacia el caballero. Qué demonios era aquello? La oscuridad le impedía distinguir con claridad lo que era. Se inclinó un poco hacia delante para observar que lo que había salido tras aquellas rocas. Era... era un... escarabajo?!

Lo que no llegó a ver el valiente caballero fué la llegada por detrás del enfadado dragón que, aprovechando el despiste del guerrero con aquel insignificante insecto, se acercó para darle un “enorme regalo de bienvenida”.
Lo que sintió el caballero a continuación... mejor no describirlo! Solo recordar las palabras que acompañaron a aquel terrible dolor que nació de su retaguardia y llegaba hasta su garganta:

-CINCO: por el culo te la hinco!!

Creo que el dragón no se refería a este culo.

Y es que ya se sabe, niños y niñas, aunque os encontréis con un dragón de poco tamaño, bizco y con pocos dientes, y creáis que no os puede hacer mucho mal, podéis estar muy equivocados. Los dragones gays tiene muy, pero que muy mala leche!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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