Enfrentarse
a una mantícora ya eran palabras mayores. Aquella criatura de
afiladas garras y cola espinosa, influía cierto temor a todos los
miembros del grupo. Y por lo que podían comprobar, la bestia no
estaba dispuesta a dejar pasar aquella abundante posible cena.
Pero
en un acopio de valentía, cada uno de los aventureros se convenció
en acabar airosos del encuentro con la mantícora.
Fueron
primero unas púas de la cola, el primer ataque del monstruo, para
más tarde enfrentarse cuerpo a cuerpo con los guerreros.
Mirtha,
Nebin y Artemisa se dedicaron a atacar a la bestia con efectividad
notable. Kurgan y Wong tenían otro destino esperando...
En
una de las salas de la abandonada fortaleza, el monje escuchó una
especie de salmo que no llegó a entender: algo a alguien estaba
realizando una especie de conjuro o llamada. No tardaron en comprobar
que se trataba del hechicero de la Mano Roja Koth, un señor de las
sierpes, que había realizado una llamada a una pareja de jinetes
trasgos montados en sus huargos.
Los
rápidos movimientos de los aventureros tuvieron su recompensa para
acabar sin demasiados problemas con los jinetes.
Mientras,
la mantícora aún resistía los poderosos ataques de Mirtha y los
furtivos de Nebin. Artemisa continuaba con sus conjuros de apoyo a
los compañeros y ataque a los enemigos.
Una
vez acabado con la bestia alada, el objetivo era claro: acabar con el
hechicero Koth. No era tarea fácil ya que si poder era digno de
respetar. El pícaro acabó hechizado, otros recibiendo potentes
rayos ralampagueantes, proyectiles mágicos, etc.
Pero
el grupo supo como enfrentarse a aquel señor de la horda trasgo y
acabó con él en pocos minutos.
Era
momento de acabar de registrar la fortaleza de Vraath y recuperar
fuerzas.
Entre
los derruidos muros de la fortaleza, encontraron algo de vital
importancia: un mapa donde estaba anotado los siguientes pasos de la
enorme horda de la Amno Roja. Allí se podía leer la distribución
de las tropas de trasgos, el plan de avance del ejército, donde se
encontraban otros señores de las sierpes, etc. Un documento que
podría salvar las vidas del valle de Elsir.
Pero
Nebin recordó algo más...el tesoro de Emery Vraath, donde estaba?
Fue cuando utilizando su instinto de pícaro, encontró una trampilla
que llevaba a un subterráneo donde se toparon con el esqueleto del
noble. Una espada helada y un enorme guantelete, acompañaba el
cadáver. Pero también 3 cofres con riquezas y documentos
importantes.
Tras
descansar unas horas, decidieron dirigirse a la cabaña de Jorr para
pedirle ayuda: mientras los aventureros se dirigían al norte para
averiguar algo más sobre la numerosa horda de la Mano Roja, él
podría trasladarse a Transbordador de Drelin para informar del
peligro inminente que les acechaba. Era importante comenzar a
plantear una evacuación de la ciudad, ya que poco o nada podrían
hacer contra aquellas sanguinarias criaturas.
El
viejo guardabosques accedió al encargo del grupo, sabiendo que las
vidas de los ciudadanos de Drelin dependían de su aviso.
Kurgan,
Wong, Artemista, Nebin y Mirtha se dirigieron al norte, al
Desfiladero de la Calavera, para averiguar el peligro real que
amenazaba todo el valle. Pero a medio camino, se detuvieron a avistar
una enorme escultura hecha por gigantes.
Decidieron
investigar y siguieron un camino que se alejaba de la Ruta del Alba.
Poco tardaron en descubrir que se trataba de un camino creado por un
viejo y enfermo gigante que cocinaba su última presa.
El
pequeño Wong, y sus habilidades diplomáticas, fueron de gran ayuda
para conseguir que Warklegnaw, el gigante, se uniera al peculiar
grupo y los ayudara en frenar el avance de los trasgos.
Y
sería más que necesario: el macizo puente del Desfiladero de la
Calavera estaba custodiado por trasgos, canes del infierno y... un
dragón verde!