jueves, 26 de septiembre de 2013

MARCA DEL ESTE (sesión XVI)

Al llegar a la ciudad de Arakha, el sumo sacerdote de la ciudad (Efereg), les frenó el paso en el puerto. Por lo visto, la ciudad había padecido durante hacia algunas semanas pequeños ataques que, si bien no eran preocupantes gracias a la seguridad de la urbe, cada vez eran más habituales y de mayor repercusión en el ánimo de los ciudadanos. Ese era el motivo de la máxima seguridad en las entradas de la ciudad, fueran por tierra o por mar.
Tras explicarle el cometido que les había sido encargado por el burgomaestre de Robleda, los aventureros fueron acompañados ante la presencia del rey Neref, mandatario de Arakha.


Ante la presencia del monarca, les informaron de la preocupante situación de la ciudad: Por lo que parecía, la peligrosa secta de Serpentis, bajo las órdenes de un tal Hombre Andrajoso, estaba efectuando una continua oleada de ataques, en mayor o menor escala, para asediar la ciudad. Primero habían sido pequeños asaltos a los comerciantes que llegaban a la ciudad, después ataques en el interior de la ciudad y, últimamente, asaltos en mayor número contra la ciudad.

Tras poner en común las experiencias sucedidas, encontraron la relación entre los vivido por el grupo y lo acontecido en Arakha: Serpentis quería dominar toda la Marca, iniciando su invasión por la ciudad oriental y, más tarde, Robleda y la poderosa Marvalar.
Y era momento de poner fin a ese plan.

Primero, debían averiguar donde se encontraba el templo de Serpentis, y la única forma de conseguirlo era conseguir su ubicación de manos de uno de los clanes de asesinos que les ofrecían servicio.

Conocían donde se encontraba la guarida de los delincuentes seguidores de Serpentis, pero el grupo quería hacerse con la información del templo, sin llamar demasiado la atención...pero tenían a Pestus!

Tras unas horas espiando las idas y venidas de los asesinos, e intentar sin éxito recabar información, decidieron actuar. Y de la forma más original: con la provocación.
Rompieron una ventana para llamar la atención de los miembros del clan. Fue una forma original de conseguir que uno de ellos sacara la cabeza por la ventana y se encontrara a Pestus provocando la ira del asesino...enseñando el culo! Y sin mucho éxito, la verdad... 
Por suerte, Ginebra utilizó su conjuro de dominar persona, consiguiendo que el asesino estuviera bajo su poder mental durante gran parte de la noche.
Antoñito (fue el nombre escogido por los jugadores), les abrió la puerta y ofreció su espada contra los asesinos, siendo desde aquel día en un traidor a la secta.

Menudo es Antoñito...

En unos minutos, acabaron con los asesinos de la primera planta, descubriendo una trampilla que les podía llevar a plantas subterráneas. Y gracias de nuevo a Antoñito, que les hizo un detallado mapa de la segunda planta, pudieron organizar un ataque coordinado contra los adoradores de la secta Serpentis.

Dieron muerte, uno por uno, a los delincuentes de la guarida, pero un peligro algo más preocupante les esperaba abajo: un ogro que realizaba las torturas de aquellos que no “aceptaban” al clan de asesinos, les esperaba para hacerles frente.

El grupo aprovechó su ventaja, tanto en número como en ataque colectivo, y el peligroso ogro acabó en el suelo sin vida más rápido de lo que esperaban.

Fue en el sótano donde conocieron a Fredegar Brul, un ladrón prisionero que, a cambio de darle la libertad, les ayudaría en la misión de encontrar el mapa de localización del templo de Serpentis.

Ginebra, Grant, Niobe, Pestus, Akela y, ahora Fredegar y Antoñito, se prepararon para bajar a la última planta de la guarida de asesinos, donde encontrarían al capataz del clan, un personaje harto peligroso.

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