sábado, 19 de julio de 2014

LA HORDA DE LA MANO ROJA (sesión VI)

El encuentro con la quimera no solo les había dejado cansancio después de una noche sin poder descansar lo suficiente, si no la sensación de que cada vez, la fuerza enemigo era más poderosa y peligrosa. O puede que las fuerzas del grupo comenzaran a flaquear?

Con las primeras luces, el grupo inició de nuevo dejando a tras el caváder de la quimera y al anciano trotamundos que habían conocido la noche anterior. Horas más tarde, entrado el atardecer, avistaron lo que parecía un pequeño fuerte aduanero que bloqueaba el camino.
Sigilosamente pudieron descubrir que unos soldados trasgos se habían apoderado de aquella instalación y habían dado muerte a las fuerzas humanas que allí se encontraban. Pero la mala suerte quiso que Mirtha, al intentar escalar el muro de la construcción, realizara demasiado ruido con su armadura, motivo que alertó a la pareja que hacía guardia en una de las puertas del cuartel.

De nuevo, el grupo se encontraba en peliaguda situación, no solo por el combate en cuestión, si no porqué a los pocos minutos pudieron descubrir que los trasgos estaban acompañados de dos musculosos ogros que aportaban la fuerza bruta al grupo de la Mano Roja.
Unos por el tejado, otros atacando en el exterior del edificio de madera y los últimos en el interior, esquivando y atacando como podían a los ogros, hicieron frente al oponente.
Nebin tuvo que escapar más de una vez del peligro de caer sin vida en aquel encuentro, Kurgan recibió también lo suyo...todos estaban a un paso de ser pasto de los gusanos. Puede que la fortuna, puede que un último aliento de valentía y determinación, les ayudó a sobreponerse a aquella extrema situación y salir vencedores de la lucha.

Allí descansaron el resto del día. Era necesario estar con la totalidad de fuerzas antes de adentrase en las zonas pantanosas de los alrededores de Rhest.

Al día siguiente, se vieron forzados a abandonar a los caballos, dado que era montura imposible en aquel terreno. Humedad, atmósfera asfixiante, terreno fangoso, vegetación desconcertante... Aquel lugar sacaba de nervios a cualquiera!
Avanzaban lentamente y a cada paso, el peligro les parecía más inminente.

En una de las paradas, descubrieron a cierta distancia lo que parecía el cuerpo sin vida de un enorme búho, en parte descuartizado y con signos evidentes de una muerte salvaje. Quién había provocado aquello?

Les habían informado que en aquella zona, la horda de la Mano Roja, se dedicaba a la cría de criaturas de origen dracónico: retoños infernales espigados. Puede que una de aquellas criaturas fuera la responsable de la muerte de aquel imponente animal.

El grupo decidió arriesgarse y observar de más cerca la muerte del búho. Puede que también les picara la curiosidad al observar que algo brillaba cerca del cuerpo del animal.
Pero fue una decisión peligrosa ya que al acercarse al pequeño montículo de tierra, entre las aguas pantanosas que lo rodeaba, algo atacó las piernas de Kurgan.

Al llegar a tierra firme descubrieron que, efectivamente, se trataba de una pequeña cría de dragón de salvajismo extremo. La mirada de la criatura solo llamaba a la muerte de aquel que cruzara la visión con ella.
Fuera por el terreno, o por la capacidad de escapar de aquella criatura, el combate fue duro y extenuante. Si la horda estaba criando criaturas como aquellas...la muerte se extendería por el valle de Elsir en pocos días.
Finalmente, dieron muerte al retoño infernal y descubrieron que el búho estaba acompañado por los restos de una armadura de manufacturación élfica. Armadura, armas, un anillo con la inscripción de Lanikar...

De repente, unas enormes sombras cubrieron el montículo donde se encontraban, nido del retoño infernal. Cinco búhos de enorme tamaño, montados por jinetes elfos, aterrizaban frente al grupo. Tras las debidas presentaciones y explicaciones de los sucedido, el portavoz del grupo de elfos, Killiar Flechaveloz, invitó al grupo a volar con ellas hasta lugar seguro: la ciudad de Cantaestrella, ciudad de los elfos.

El viaje les asombró. Aquellos enormes animales recorrían desde las alturas el pantano de Rhest y los llevó a una ciudad de belleza exquisita. Sellyria cantaestrella, líder de la comunidad de elfos, les explicó que aquellas tierras estaban cada vez más infestadas de fuerzas trasgoides y que no era la primera vez que alguien de su familia acababa bajo el ataque de una de esas criaturas salvajes cría de dragones.
El grupo explicó a su vez, el motivo de su paso por aquellas tierras y aprovecharon para pedir ayuda a los elfos. Su respuesta fue tajante: no podían abandonar su hogar...pero si ofrecer cierta ayuda desde el norte.

La líder de los elfos, tras dar sepultura al cuerpo del elfo Lanikar, decidió ofrecer el vuelo de sus búhos hasta la ciudad de Rhest y ayudar en lo posible en frenar el avance de la horda por la zona norte.

De esta manera, el grupo se encontró sobrevolando de nuevo los alrededores de Rhest y buscando la manera de enfrentarse a un nuevo señor de las sierpe de la Mano Roja. Saarvith los esperaba en la ciudad...les daría una buena bienvenida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario