miércoles, 22 de mayo de 2013

MARCA DEL ESTE (sesión IX)

Llegaron a la ciudadela con un amargo cansancio sobre sus espaldas. Si bien era un lugar donde recuperar fuerzas y ánimos, no dejaba de ser una guarida de asesinos, ladrones y gentes sin pasado. La Ciudadela de Frysev era el vicio hecho ciudad, y un lugar donde tener los ojos bien abiertos y la espada a punto, era obligación si querias sobrevivir.

Al llegar, contrataron los servicios de guía de uno de los muchachos que adornaban las calles de la ciudad. Tras enseñarles los servicios más importantes de la urbe, el chico se despidió cobrando su tarifa, junto con alguna moneda más de las bolsas de los miembros del grupo.

En una de las callejuelas, el grupo observó como un grupo de 4 hombres daban una dolorosa paliza a un hombre medio borracho, incapaz de defenderse.
Akela se sorprendió al reconocer, en los ropajes de aquel borracho, la insignia de una orden de paladines. Qué hacía un paladín en Frysev y en aquel estado tan deplorable?

Siguiendo indicaciones de la mujer, decidieron ayudar al misterioso paladín y sacarlo de aquel atolladero. Lo sorprendente no fue la premura con la que acabaron con el enemigo, si no encontrarse con la agresividad y la conducta, reacia a toda ayuda, por parte del paladín.


Tras llevarlo con ellos a la posada de “El ojo de cristal”, darle un buen baño, e intentar recuperarlo de su estado etílico, fueron incapaces de sacar nada en claro de lo que le había sucedido a aquel hombre para abandonar por completo su ideales como hombre de fe.
Aquel hombre, al que conocieron como Niobe Vadín, parecía resquebrajado por un pasado tormentoso que se negaba a compartir. No quería ayuda, no quería compañía...solo la soledad y su dolor.
Grant, conociendo que el dolor en solitario no soluciona nada, acompañó silenciosamente a Niobe, deambulando por la ciudadela. Akela y Ginebra se dirigieron al templo, una para realizar sus oraciones y la otra para recabar información sobre Frysev. Y Pestus...algo más alocado, deseaba satisfacer sus deseos sexuales, curioseando en uno de los burdeles del Serrallar.
Y fue quién tubo más éxito de los integrantes del grupo, ya que en una noche loca junto a un par de elfas, el halfing dejó más que exhaustas a sus acompañantes, dando rienda suelta a sus habilidades y conocimientos sobre el sexo (un 20 en satisfacción “sersuarl” de las 2 elfas con las que se montó un trio!).

 -Aaayyy...que agustito me quedao con el pequeñajo!!!

Al día siguiente, tras recuperarse de la noche por separado, el grupo conoció a Rüstem, un noble adinerado, que había llegado a la Ciudadela de Frysev para gastarse parte de su fortuna en mujeres, bebida y juego. Pero necesitaba a alguien que le protegiera durante sus 5 días de desenfreno. Así pues, después de hablar con la comitiva de la búsqueda del unicornio, decidieron trabajar para el noble durante aquellos próximos días.
El primero de los locales a los que acudieron, fue a la casa de apuestas de Gemell: La casa del azar.
Los dados, las cartas y demás juegos de apuestas, saciaban los deseos ludópatas de los allí presentes. Y los problemas no tardaron en llegar...
Rüstem ganaba demasiado dinero para el gusto de Gemell, hasta llegar a pensar que estaban haciendo trampas en el juego, en su propia casa. Aquello provocó una pelea entre los guarda-espaldas de Rüstem y los secuaces del mafioso dueño del local.


Parecía que todo estaba controlado, pero Akela cayó en manos del oponente y desapareció por una de las puertas. Cuando todo parecía controlado, Gemell jugó su carta final: informó a Ginebra, Grant, Pestus y Niobe, que Akela había sido envenenada y que debían pagar por su vida realizando 3 encargos. Si se negaban a hacerlo...el antídoto del veneno de Akela, sería parte de pasado y ellos solo tendrían la pesada responsabilidad de la muerte de una compañera y amiga.
Aceptaron bajo aquella presión a realizar los tres “trabajos” para el mafioso.

El primero de ellos era bien simple: entregar un paquete a uno de los trabajadores de las cuadras.
Parecía fácil, pero pronto descubrieron que aquel paquete debía contener algo importante, por las precauciones que Gemell ponía en la importancia de que llegara a su destino final.
A la entrega, el hombre que hizo efectiva la entrega, les entregó una bolsa de 1.000 monedas de oro, a modo de pago, para Gemell. Era el momento de extremar los sentidos, ya que muchas miradas curiosas seguían cada paso del grupo.
Sin problemas, llegaron al local de juego y entregaron el pago a el mafioso. 

Su siguiente misión no sería tan sencilla...todo lo contrario: debían entrar a la cárcel de Frysev y liberar a un amigo de Gemell!

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