Algunos de nosotros conocemos el sistema, pero otros no. Eso quiere decir que las primeras sesiones serán de "toma de contacto".
De momento dimos presentación a nuestros personajes y el grupo se las trae:
-Wong Fei Hung, un mediano monje con una dialéctica descontrolada.
-Mirtha, una humana guerrera quedara mucho que hablar...y sopapos a repartir.
-Nebin, un humano pícaro que se inicia en el mundo de las aventuras.
-Kryll, un gnomo mago que se aleja bastante de la imagen risueña de los de su raza.
Esta vez, Jorge se a animado a realizar las crónicas de partidas, pero me ha propuesto hacerlo de una forma especial: narrando las aventuras del grupo como si de cartas se tratara.
Y aquí tenéis la primera...disfrutadla!
Mi muy venerable maestro,
tal como me pidió
procedo a escribirle de forma breve mis viajes. ¡Me siento tan
orgulloso de ser el primer monje del monasterio que recibe el honor
de viajar por el mundo! ¡Y más aún cuando fue una inspiración de
mis maestros y tutores después de mucha reflexión! ¡Yo, que solo
soy un mediano huérfano, mal estudiante y al que acusaban todos de
hablar demasiado, atender poco en clase y estar más preocupado en el
vuelo de una mosca que en aprender la senda del silencio! Y es a mí
a quien invitan a salir al mundo y vivir experiencias. Y eso he
hecho. Hasta me he comprado un estuche para mapas, pero de momento
está vacío. Es extraño, pero en esta tierra no encuentro mapas por
ninguna parte. Tendré que hacerlos yo mismo.
Llevo pocas
semanas de viaje, pero ya puedo decir que el mundo es un lugar
enorme, lleno de gente de varios tamaños y repleto de olores y
ruido. Al principio tenía cierto temor, pero a los pocos segundo tal
variedad de colores y ajetreo sacia mi curiosidad. Y, además, el
mundo está lleno de sorpresas. ¿Sabe desde donde le estoy
escribiendo? Desde las mismas cocina de Sartar, gobernador de la
ciudad de Nur-Sar. Y no como mendigo, sino como invitado de honor de
su majestad. ¿Cómo ha podido ocurrir esto? Ahora se lo explico.
Llegué a la
ciudad de Nur-Sar hace apenas dos días. Con las pocas monedas de oro
que había ganado tocando la flauta en algún baile, una boda y un
entierro (donde recibí el doble de mi tarifa habitual por dejar la
flauta callada y callarme yo también) pude pagarme un jergón de
paja sucia en una humilde posada llamada El culo del elfo
situada, según me dijeron, en una de las zonas menos recomendables
de la ciudad. Allí entretenía el tiempo tocando la flauta y
haciendo amigos que me pedían que me callara de una vez cuando un
alboroto llamó mi atención.
Habían entrado un
par de sujetos de mala catadura que fingían ser más duros de lo que
en realidad eran y parecían estar molestando a un gnomo de cabello
azul cuya única ocupación era pasar desapercibido y estar hablando
con una de las mozas que suelen pasearse por esta posada. Ya sabéis
que soy de carácter tranquilo y que no me gusta contestar a las
provocaciones, pero también conocéis que una de las cosas que más
odio en esta tierra son los abusones; esa gentuza que pensando que
tienen un falso poder intentan aprovecharse de los más débiles. Me
levanté presto, tropecé con el pie del anciano que me pedía que me
callara sí o sí, y fui puesto a prestar mi ayuda a ese gnomo de
extraño pelo azul. Y no fui el único porque una humana con toda la
pinta de ser guerrera también se había interesado por el altercado.
Y por lo que pude ver, un chico joven de unos dieciséis años
intentaba hacer entrar en razón a los dos abusones pidiéndole que
dejaran tranquilo al gnomo. Pero estos insistían que querían jugar
con él, que querían un poco de su pelo azul para hacerse un bolso y
otras absurdidades por el estilo. El gnomo no parecía asustado, pero
sí algo sobrepasado por la situación ya que poco antes uno de ellos
había intentado darle un puñetazo con poca fortuna y menos pericia.
Y aunque la lógica decía que permaneciera en silencio y viera cómo
se desarrollaban los acontecimientos me ocurrió eso de lo que tantas
veces usted me había prevenido y contra lo que debía luchar: mi
mente pensaba una cosa, pero boca habló por su cuenta. Y, sin
quererlo, mencioné en voz alta que la madre de uno de esos abusones,
un tipo gordo y con una barba mal cuidada, me recordaba a una cerda y
conseguí llamar su atención. Empujaron al gnomo, la guerrera se
preparó para el combate, al muchacho lo despreciaban y el abusón se
dirigió hacia mí diciendo que me iba a matar y otras de esas cosas
que suelen decir a los cinco minutos quienes se exponen a lo que sale
por mi boca.
Pero no os preocupéis porque no llegamos a pelearnos.
Un escuadrón de guardias de la ciudad y un puñado de caballeros
infernales nos detuvieron por altercado y nos metieron en un carro
para llevarnos a prisión. A todos. A los dos abusones, a los tipos
que no querían que tocara la flauta, al gnomo, el muchacho y la
guerrera. Y a mí, claro, no me hubiera perdido la experiencia por
nada del mundo. ¡Nunca me habían detenido ni encerrado en una
celda! Y no cuenta aquella vez que el hermano Chang me tuvo horas
dentro de un tonel.
Durante el camino
en el carro estuve hablando con el gnomo, la guerrera y el muchacho,
el cual nos contó cosas muy interesantes. El gnomo se llama Kryll y
por lo que pude ver debe tratarse de alguna clase de mago o
hechicero. La guerrera se llama Mirtha y supongo que los humanos
deben encontrarla hermosa. El joven responde al nombre de Nebin y
tiene toda la pinta de haberse criado en las calles. Nebin nos
explicó por encima el funcionamiento de la ciudad y expresó su
temor por esta detención. Callamos cuando dejamos atrás los barrios
bajos y nos llevaron directamente a las mazmorras que hay bajo el
palacio del gobernador. Allí nos pidieron que nos despojáramos de
todo lo que llevábamos encima. Soy un fiel cumplidor de la ley así
que me desnudé y me presenté tal como mi desconocida madre me trajo
al mundo ante el jefe de los caballeros infernales, un tal Dark Crow.
Me miró con expresión incrédula y me pidió que me vistiera. No
entendía nada.
Nos llevaron a una gran celda repleta de hombres
famélicos, mujeres cansadas y niños asustados. En una celda más
pequeña situada frente a la nuestra vimos a dos semiorcos que nos
gritaban e increpaban. Con ellos, tres muchachas asustadas y de las
que se había abusado. No pudiendo hacer nada más les recordé los
gruñidos de sus madres cuando satisfacen los deseos de mugrientos
apestados. Mirtha tenía una mirada dura y un gesto adusto porque
muchos de esos los gritos de los semiorcos iban dirigidos a ella. Y
vi que Kryll, en un movimiento que él creía sutil, lanzó lo que
adiviné era un hechizo de frío. Uno de los semiorcos empezó a
aullar. El joven Nebin se puso a hablar con un anciano. Este nos
explicó que estábamos allí para participar como diversión en la
arena del gobernador de la ciudad y que los dos semiorcos eran sus
campeones. No peligraba nuestra vida, pero sí nuestros huesos. Y
pudimos comprobar que parte de la población no estaba muy contenta
con la política de los últimos tiempos de Sartar y lo achacaban a
la influencia maligna de la reina de Cheliax, la bruja Abrogais.
A la mañana
siguiente nos llevaron a la arena. Nos dieron un palo a cada uno. Por
suerte, tanto al gnomo como a mí nos devolvieron los nuestros. Nos
encadenaron por parejas y a luchar. Mirtha y Nebin eran un equipo.
Kryll y yo, el otro. En la arena ya nos esperaban los nuestros
contrincantes. Un solo vistazo y lo sentí por ellos. No eran dignos
rivales. Todo fuerza desbocada, todo furia sin control, todo orgullo
y confianza. Empezó el combate. Mirtha y Nebin envolvieron a su
semiorco con la cadena y aunque recibieron algún pequeño golpe, en
pocos movimientos lograron que este cayera al suelo sin sentido.
Normal si el último golpe que se recibe es un duro palazo en los
testículos propinado por una furiosa guerrera. Kryll y yo nos
libramos del nuestro con idéntica facilidad y tras un par de golpes
de mi querido bastón cayó a la arena con una divertida expresión
de sorpresa en el rostro. El silencio del público era abrumador,
pero eso no impidió que saludáramos divertidos y saliéramos de la
arena. En los vestuarios nos encontramos con una sorpresa, Dark Crow
nos esperaba. Tras felicitarnos por el combate, nos devolvió
nuestras pertenencias y nos pidió que le acompañáramos. El
gobernador de Nur-Sar, el gran Sartar quería hablar con nosotros.
Tengo que ir
acabando esta carta que parece que esté escribiendo alguna crónica
histórica o alguna novela de aventura. Solo decirle que ahora
estamos trabajando para Sartar en una misión secreta que no debemos
compartir con nadie. Pero considero que a mi maestro no le puedo
guardar ningún secreto así que la compartiré con usted, pero con
la promesa que no se la dirá a mucha gente y que este fragmento de
la carta no la lea en voz alta ante los otros estudiantes. Sartar
quiere que matemos a la reina bruja Abrogais. Un suicidio. La reina
está protegida por miles de soldados, por su propio poder y por
incontables trampas. Así se lo dijimos a Sartar, pero nos comunicó
que había un medio: Abrogais, para asegurarse la inmortalidad,
encerró su corazón por medio de conjuros en un lugar desconocido.
Si se destruye el corazón, la amenaza de tal maligna reina (o eso
dicen, porque yo no la conozco en persona y a lo mejor es simpática
y agradable) desaparecerá y nuestra tierra será un lugar más
tranquilo. Pero solo hay un modo de destruir este corazón, encontrar
un cuchillo mágico forjado por Elth, un clérigo enano, a tal efecto
y que nadie sabe donde está aunque pistas apuntan que se encuentra
en el Peñón de Drokstar, cerca del Valle de los 5 Reyes. Con la
amenaza sobre la mesa de contratar a las Mantis Rojas para que nos
destruyeran si le engañábamos, con la de matarnos si nos negábamos
y la promesa de infinitas riquezas si conseguíamos llevar a cabo la
misión, los cuatro aceptamos. Mirtha y Nebin aceptaron asegurándose
que tendrían riquezas si cumplían la misión. Desconozco los
motivos de Kryll, un gnomo menos risueño y efusivo que los venían
al monasterio a comerciar. Y yo lo hago por la experiencia. No quiero
ni dinero ni riquezas, solo quiero aprender y divertirme. Quedamos de
acuerdo y nos retiramos a descansar. Salimos mañana. ¿Y por qué
nosotros? ¿Por qué envía a unos desconocidos? Sartar nos ha dicho
que está cansado de enviar a sus mejores hombres en esta misión y
que perezcan. Es un reto casi imposible y prefiere que sean unos
pobres aventureros los que se jueguen la vida que perder a otro
valioso caballero. ¿Y sabes quién fue uno de ellos? El hermano de
Dark Crow: Dark Falcón.
Maestro, no me
gusta Sartar, pero no nos ha engañado. Es ambicioso y sus
intenciones no es librar a Avistan de una influencia perniciosa, sino
gobernar él. No como rey, pero sí desde la sombra. Dark … nos
deseó suerte y nos prometió que velaría por la suerte y el destino
de aquellos que están en las mazmorras dejando libres a los
inocentes y mejorando las condiciones de vida de los que allí se
encuentran prisioneros para deleite del gobernador. Y nos aseguró
que los dos semiorcos nos volverán a molestar a ninguna muchacha. No
dejé de fijarme en la tensión que se iba creando entre Mirtha y
Dark Crow. Normal tratándose de dos buenos mozos.
Mañana salimos de
aventura. Nos dirigimos a un pueblo llamado Guarida de Olf para
encontrar a un tipo llamado Farmer. Según Sartar, él nos ayudará.
Y hasta aquí esta
primera carta. Se despide de usted su alumno más abnegado. Haré
honor al monasterio y a sus enseñanzas. Prometo aprender a controlar
mi boca, proseguir con la búsqueda del equilibrio y entrenando cada
día para ser mejor monje.
Wong
Fei Hung
No hay comentarios:
Publicar un comentario