lunes, 30 de abril de 2012

PELIGROSA INOCENCIA (sesión II)


Poco podía hacer Gork en aquella comprometida situación. Estaba débil, cansado y solo. Como hacer frente a la amenaza de los enemigos sombríos que parecían esperar la llegada de su muerte?
Tan solo pudo cubrir el frío y desnudo cuerpo de Duna, intentando pensar como salir de allí con vida.
El enano cargó a la muchacha en brazos y comenzó el camino para salir de aquel claro pedregoso. Pero en ese momento los Aouns se abalanzaron contra el clérigo e iniciaron su ataque.
Mörd, el semi-orco, acababa de llegar al lugar donde Arquen daba cobertura con sus ataques a distancia. Él fue más directo y, como muchas otras veces, se lanzó contra aquellas criaturas poseído por el clímax de la lucha.
Kibana y Siete, decidieron dejar el cuerpo sin vida del muchacho ahorcado, para ir en la ayuda de sus compañeros. Pero les quedaba un trecho a carrera hasta llegar al lugar donde las armas entrechocaban.
Gork cayó, inconsciente, frente al ataque de las sombras. Parecía que aquellas criaturas solo buscaran la protección de la muchacha, defendían su posesión, no querían que nada ni nadie les robaran a Duna...
La llegada de la kender y el asesino, pareció dar nuevas esperanzas al grupo frente a las sombras, ya que hasta el momento estaban en seria desventaja.
El enano, ayudado por su su menuda amiga Kibana, recobró las fuerzas y se adentró de nuevo en la refriega. Arquen jugaba al ratón y al gato con un grupo de enemigos que solo buscaban acabar con la escurridiza semi-elfa. Mörd combatía salvajemente pero sin mucho acierto con su bastarda... 

Pero Siete fue digno de observar en aquel combate. Su movimientos fueron gráciles y mortíferos, rápidos y letales, equilibrados y acertados. Todos conocían el arte del asesinato de su silencioso compañero, pero nunca antes habían podido ver con sus propios ojos como llevaba a cabo su trabajo. Uno por uno, los Aouns caían frente a las afiladas hojas de Siete. Impasible, acababa con los enemigos sin dudar ni un momento en sus coordinados movimientos.
Tras unos minutos de enfrentamiento, las sombras cayeron frente al grupo, dando un merecido respiro a los rescatadores de Duna.
Sus preocupaciones no dieron tregua al observar que la muchacha estaba en estado catatónico, ausente de todo lo que le envolvía, sin responder a los estímulos que Gork y el resto del grupo realizaban... parecía que Duna estuviera en cuerpo, pero no en mente.
Fue, mientras los componentes del grupo hablaban de los sucedido, cuando la sospecha de una posesión maligna planeó sobre el lugar.
Por qué protegían aquellas sombras a Duna? Por qué no habían acabado con su vida? Por qué no reaccionaba la chica?
Decidieron ir a buscar ayuda de Martin, el sanador del Hoëgel, evitando que Duna entrara en el pueblo en aquel estado. No estaban seguros de qué podría suceder si la muchacha llegaba al pueblo y, como estaban sospechando, originara nuevos problemas de posesión.
Mientras Gork y Arquen fueron a buscar a Martin y Dungrer, el resto traslado el frágil cuerpo de Duna a la cabaña de cazadores para mantenerla algo caliente y protegida de las inclemencias de las Montañas de la Luna.
En Hoëgel, los nervios se acrecentaron al observar que enano y semi-elfa llegaban sin resto alguno de la pareja de jóvenes desaparecida. Dungrer pidió explicaciones a su eterno amigo clérigo, y este le puso al corriente de lo sucedido. El jefe del clan, entendió y aceptó la decisión de haber alejado a su hija de la población. Lo último que quería era que su hija fuera el origen de una matanza bajo posesión del mal.
Así pues, Martin y Dungrer, acompañaron a la pareja hasta la cabaña de cazadores para examinar a la muchacha y ponerla a salvo.
La fortaleza del jefe de los Cazadores Blancos se quebró al ver a su hija en aquel estado vegetativo. Sus fuerzas flaquearon y sus lágrimas se hicieron presentes. Bajo el consuelo de Gork, el cazador de las montañas dejó a su hija en manos del sanador.
Este aplicó todos sus conocimientos para recobrar la lucidez a Duna, pero todo fue en vano. Solo encontró una posible solución: los “polvos del retorno”.


Martin, explicó la existencia de un misterioso mineral brillante y amarillento, que la machacarlo y esnifarlo, provocaba la recuperación de aquellos enfermos que habían entrado en un estado autista como el de Duna. Pero tal preciado mineral era difícil de encontrar, aunque... El sanador conocía la localización de la materia prima de los “polvos del retorno”.
A un día de camino, una profunda cueva daba cobijo a un peligroso Troll. Era allí donde el grupo podría encontrar el mineral necesario para retornar a Duna al mundo real.
Tras descansar unas horas, recuperar fuerzas, sanar sus heridas y prepararse a consciencia, el grupo se lanzó en busca del mineral.
Tras un día de camino, entrado el anochecer, llegaron a la cueva. Un río se interponía entre ellos y la entrada, junto con un pequeño grupo de kuo-toas que parecían vigilar la guarida del Troll.
Utilizando la cobertura de la vegetación, realizaron un ataque por sorpresa, sin tener mucha fortuna. Menos suerte tuvo Mörd, que al intentar pasar uno de los dos puentes, cayó al agua haciendo saltar la primera de las trampas de las criaturas. Totalmente mojado, el semi-orco tenía un nuevo problema: salir del río.
El resto del grupo comenzó con ataques a distancia mientras los kuo-toas intimidaban al grupo con movimientos agresivos y desafiantes. Pero a los pocos segundos, el combate cuerpo a cuerpo se hizo presente en la entrada de la cueva. 

 
No era tarea fácil acabar con aquellos enemigos, ya que eran rápidos y escurridizos. Pero el grupo se hizo con el mando de la lucha y salieron victoriosos de la contienda.
Era momento de entrar y la cosa no pintaba demasiado bien para ellos. La oscuridad de la caverna limitaba la visión de Kibana y Mörd, ya que eran los únicos que no podían ver en la oscuridad. Arquen, utilizando su útil capacidad para la exploración, propuso avanzar lentamente para conocer mejor la distribución de la cueva. Entró en sigilo, junto con Siete, para descubrir que la galeria se bifurcaba en dos caminos: uno que parecía llevar a una amplia sala subterránea y otro que se inclinaba peligrosamente y mostraba un terreno más que resbaladizo.
Y fue cuando la curiosidad implacable y descontrolada de Kibana, hizo presencia en la gruta. La kender avanzó a oscuras, hacia la boca del lobo, sin saber bien a donde dirigir sus pasos... Y la mala fortuna, y el no seguir los consejos de sus compañeros, provocaron que Kibana acabara en la rampa resbaladiza que la catapultaba a las profundidades desconocidas de la cueva del troll.
Solo el grito de “me resbaló!” retumbó en el frío silencio de la caverna.
De nuevo una encrucijada: salvar a Kibana? explorar la cueva?... hacer frente a los peligros que el grito de la kender había despertado?

2 comentarios:

  1. Pues ahora llega Siete y hace eso que hace el Tifflin... que grande!

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  2. En breve, el off-rol de la partida con los comentarios, las pifias, las discusiones, las risas, etc., de la partida.
    Es que, SEMOS GRANDES!!

    El "master cabrón"

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